El 31 de diciembre falleció el papa emérito Benedicto XVI a los 95 años. Este martes, por segundo día consecutivo, la capilla ardiente está abierta para que pudieran dar su último adiós al pontífice 65.000 personas y en espera del funeral que se celebre este jueves.
Desde primeras horas de la mañana, ya miles de fieles esperaban a las puertas de la plaza de San Pedro para poder entrar en la basílica vaticana para despedir a Joseph Ratzinger, que en 2013 fue el primer pontífice en renunciar en los últimos seis siglos, y cuyos restos se encuentran sobre un catafalco de tela dorada a los pies del Altar de la Confesión y del baldaquino de Bernini, sobre el lugar en el que según la tradición fue sepultado San Pedro.
El último día de la capilla ardiente será mañana miércoles, mientras que el Papa Francisco celebrará la audiencia general en la cercana aula Pablo VI, ya que no se ha cancelado ninguna de las actividades del pontífice argentino.
Mientras, se prepara el funeral que será presidido por Francisco en la inédita circunstancia de un papa que celebra las exequias de otro papa. Aunque debido a los problemas de movilidad de Jorge Bergoglio es probable que realizará la ceremonia en conjunto con el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re.
No será un funeral de Estado, al no tratarse de un pontífice “reinante”, aunque contará con delegaciones oficiales de Italia y del país natal de Ratzinger, Alemania, y otras autoridades podrán asistir pero deberán hacerlo a título personal.
La figura de Benedicto XVI
“Hizo un antes y un después notable, que sufrió tanto degaste. Tuvo que pagar una cuenta impaga de Juan Pablo II tan larga, porque en ese aspecto dejó la Iglesia en una condición miserable”, afirmó Matías del Río respeto de los abusos sexuales cometidos por miembros del clero.
Su papado estuvo marcado a fuego por los escándalos asociados a miles de casos de pederastia dentro de la Iglesia católica.
Muchos de ellos venían de décadas atrás, pero fue durante su pontificado, entre 2005 y 2013, que el Vaticano tuvo que enfrentar y responsabilizarse por las graves denuncias de abusos sexuales que estallaron en diferentes partes del mundo.
Entre estos escándalos, uno de los que Benedicto tuvo que sortear casi desde el primer día de su pontificado fue el del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de la polémica congregación Los legionarios de Cristo.
Maciel la había creado en la década de 1940 con el fin declarado de acercar el ministerio de la Iglesia a los más jóvenes, pero la congregación terminó siendo el espacio donde fueron abusados sexualmente cerca de 175 menores a lo largo de cuatro décadas, según los reportes de crímenes que incluso han sido aceptados por las propias autoridades eclesiásticas.
En 2005, cuando Ratzinger se convierte en Benedicto XVI, la institución tenía presencia en cerca de 10 países y unos 65.000 miembros, especialmente en América Latina. Maciel era considerado un protegido de su antecesor, el papa Juan Pablo II.
Ante esto, del Río aseveró que “los legionarios tenían corrompida toda la curia y Ratzinger, con santa paciencia, guardó antecedentes en su legajo y cuando fue Papa el abrió su cajón y tenía las investigaciones muy avanzadas”.
“Él le da un giro a la Iglesia de saneamiento. Él mismo aparece desgatado y el 2013 dijo que no tenía fuerzas para seguir”, explicó el periodista.
“Lo que hizo Joseph Ratzinger fue hacer un cambio radical y muy fuerte, del cual van a quedar muchas huellas”, afirmó Nicolás Vergara.