¿Vivimos en un agujero negro?: El estudio que sacude la teoría del Big Bang

Un sorprendente hallazgo astronómico sugiere que nuestro universo podría estar contenido dentro de un agujero negro de otro universo más antiguo, reabriendo debates sobre el origen mismo del cosmos.
Un nuevo estudio, publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, ha revelado un patrón inesperado en la rotación de galaxias del universo primitivo que podría cambiar nuestra comprensión del Big Bang y del lugar que ocupamos en el cosmos.
La investigación, liderada por el científico Lior Shamir de la Universidad Estatal de Kansas, analizó imágenes obtenidas por el telescopio espacial James Webb y descubrió que una “gran mayoría” de las galaxias observadas giran en la misma dirección.
Este patrón, contrario a lo que predicen los modelos cosmológicos actuales, ha llevado a los investigadores a plantear una hipótesis tan provocadora como fascinante: que nuestro universo pudo haber nacido dentro de un agujero negro perteneciente a un universo anterior.
El patrón galáctico que lo cambia todo
“En un universo aleatorio, el número de galaxias que giran en una dirección debería ser aproximadamente el mismo que el número de galaxias que giran en la otra dirección” explicó Shamir.
El estudio se enfocó en 263 galaxias del universo temprano, capturadas por el proyecto JADES, y encontró que cerca del 60 % de ellas giran en sentido de las agujas del reloj, mientras que el 40 % restante lo hace en dirección opuesta.
Para un universo que se presume homogéneo y sin direcciones preferentes, esta asimetría rotacional es desconcertante.
¿El universo dentro de otro universo?
Una de las explicaciones más intrigantes es la teoría de la cosmología del agujero negro, que propone que nuestro universo se formó dentro de un agujero negro perteneciente a un universo más grande y anterior. Esta idea, defendida por físicos como Raj Kumar Pathria y, más recientemente, Nikodem Poplawski, sugiere que cada agujero negro podría contener un universo propio en su interior, como una especie de “matrioshka” cósmica.
Poplawski sostiene que si el universo original giraba, su agujero negro también lo haría, y ese giro se habría transmitido a nuestro universo, explicando la orientación galáctica detectada por el telescopio James Webb.
¿Un efecto óptico?
La segunda hipótesis tiene que ver con el efecto Doppler: el movimiento de la Tierra dentro de la Vía Láctea podría alterar la percepción del brillo de las galaxias según su dirección de giro. Las que giran en sentido opuesto se verían más brillantes y, por tanto, más numerosas.
Si esta distorsión es mayor de lo estimado, se requeriría una recalibración de cómo medimos distancias y tiempos cósmicos, lo que podría explicar otras anomalías astronómicas, como la presencia de galaxias demasiado antiguas o la disparidad en las tasas de expansión del universo.
Un llamado a repensar la cosmología
Sea cual sea la causa, este descubrimiento implica una revisión profunda de los modelos actuales. La idea de que el universo tiene una dirección preferida contradice el principio de isotropía, base de la cosmología moderna. Según Shamir esto podría significar que nuestras suposiciones más básicas sobre el universo no son del todo correctas.
Por ahora, la comunidad científica espera obtener más datos antes de llegar a conclusiones definitivas. Lo que está claro es que, una vez más, el universo nos recuerda que aún guarda secretos que apenas comenzamos a descubrir.
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