Lo hacen para no estar solos: Adultos mayores japoneses cometen delitos para ir a prisión

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Cinco de cada diez robos en Japón son cometidos por ancianos, quienes muchas veces utilizan su jubilación para complementar su estadía en prisión. 

La creciente soledad y la precariedad económica han llevado a muchos ancianos japoneses a una situación desesperada, en la que ven en la prisión una solución a sus problemas.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 20% de los japoneses mayores de 65 años viven en condiciones precarias, una cifra superior al promedio de los países miembros de la OCDE, que es del 14.2%.

Debido a esto, el robo se ha convertido en un delito recurrente entre la población mayor. De hecho, cinco de cada diez robos en Japón son cometidos por ancianos, quienes muchas veces utilizan su jubilación para complementar su estadía en prisión. 

Un problema de antes

En Japón, de una población de 127 millones de habitantes, el 27% tiene más de 65 años y se calcula que entre 1985 y 2015, el número de ancianos que viven solos en Japón aumentó un 600%.

De estas cifras, las más afectadas son las mujeres mayores, ya que el 44% de ellas viven por debajo del umbral de la pobreza, según la profesora Aya Abe, de la Universidad Metropolitana de Tokio. Lo anterior se relaciona con la dificultad para costear arriendo, comida y atención médica. Esto ha derivado en que muchos ancianos prefieran ingresar a prisión, donde reciben alojamiento y tres comidas al día sin costo.

Asimismo, lo relató en una entrevista de BBC Mundo, Keiko, cuyo nombre es un seudónimo. “No conseguía llevarme bien con mi esposo. No tenía dónde vivir ni dónde quedarme. Así que robar se convirtió en mi única opción”, cuenta al medio británico. “Incluso mujeres de 80 años que no pueden ni caminar cometen delitos. Es porque no tienen comida, ni dinero”, mencionó. 

Además, en 2022, más del 80% de las mujeres encarceladas lo fueron por delitos menores, principalmente robos de productos de bajo costo, generalmente no superiores a los 3.000 yenes (aproximadamente 25 dólares). 

La crisis demográfica de Japón también influye en esta problemática. Con una tasa de natalidad de 1.36 hijos por mujer en 2023, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2.1, el país enfrenta un envejecimiento acelerado.

En este contexto, las cárceles japonesas han tenido que adaptarse para atender las necesidades de los reclusos de mayor edad.

Takayoshi Shiranaga, oficial de la prisión de Tochigi, explica que el personal penitenciario ahora debe encargarse de cambiarles los pañales, ayudarlos a bañarse y alimentarlos. “A esta altura, parece más un asilo de ancianos que una prisión”, afirma. Algunos ancianos incluso han manifestado que estarían dispuestos a pagar una cuota mensual para poder vivir en la prisión de manera indefinida.

“Hay gente que viene aquí porque hace frío o porque tienen hambre”, dijo Shiranaga. “Incluso hay gente que dice que pagaría 20.000 o 30.000 yenes (130-190 dólares) al mes (si pudieran) vivir aquí para siempre”, sostuvo Shiranaga.

Según Yumi Muranaka, directora de la prisión para mujeres de Iwakuni, el problema va más allá de la pobreza económica. “Pueden tener una casa. Pueden tener una familia. Pero eso no significa que tengan un lugar en el que se sientan como en casa”, señala.