Cada cuatro años, el mes de febrero sufre una modificación, ya que se le agrega un día más, terminando en 29 días. Esto ocurre para corregir el desfase existente con la duración de un año solar, que es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45.10 segundos, el tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol.
Sin embargo, dado que nuestro calendario es el gregoriano solo contempla 365 días exactos en el año. Por lo tanto, cada cuatro años se requiere corregir el tiempo acumulado que no fue cuantificado, lo cual equivale a ¼ de día cada año.
Cambio histórico en nuestro calendario
Durante alrededor de casi 1600 años, el mundo occidental utilizaba el calendario juliano, el cual fue cambiado por el gregoriano en 1582 por mandato del Papa Gregorio XIII, en su reforma conocida como “Inter Gravissimas”. Según National Geographic, esta medida establece que “después del jueves 4 de octubre de 1582 se pasaría al viernes 15 de octubre de 1582 (…) Además, el nuevo modelo modificó también el día añadido en cada año bisiesto, cambiándolo al 29 de febrero”.
Por último, nuestro calendario tiene una excepción en cuanto a los años bisiestos: aquellos que son divisibles por 100 pero no por 400 omiten el año bisiesto. Los años 1700, 1800 y 1900 no lo fueron, mientras que el año 2000 sí lo fue. Tendremos que esperar al año 2100 para que ocurra una nueva excepción a la regla de los años bisiestos.