La odisea de Kubrick cumplió 55 años
A sus 30 años, el director ya había realizado siete largometrajes y estaba pensando en realizar su primer filme de acción. Ante la duda sobre la posibilidad de la vida fuera de la Tierra, en 1964 decidió contactar al escritor Arthur C. Clarke, con quien tenía un amigo en común.
“2001: Odisea del espacio (1968)” de Stanley Kubrick ha sido catalogada como la mejor película de todos los tiempos según diversos directores Martin Scorsese, el francés Olivier Assayas, el noruego Joachim Trier, el chileno Sebastián Lelio, el inglés Edgar Wright, entre otros.
Convocados por cuarta vez por Sight and Sound, los directores de cine –representados por 480 figuras de diversas latitudes– escogieron sus diez cintas favoritas de la historia. Tras no aparecer en el top 10 durante las dos primeras ediciones y quedar segunda en 2012, la obra de Stanley Kubrick se impuso como la más votada en el ejercicio publicado en diciembre pasado, flanqueada en el podio por “Ciudadano Kane” (1941) y “El Padrino” (1972).
A sus 30 años, Kubrick ya había realizado siete largometrajes y estaba pensando en realizar su primer filme de acción. Ante la duda sobre la posibilidad de la vida fuera de la Tierra, en 1964 decidió contactar al escritor Arthur C. Clarke, con quien tenía un amigo en común.
“Quería discutir contigo la posibilidad de hacer la proverbial ‘realmente buena’ película de ciencia ficción”, le expresó en una carta. En la misiva le especificó que sus áreas de interés estaban en “creer en la existencia de vida extraterrestre inteligente” y en “el impacto (y tal vez la falta de impacto en algunos sectores) que tal descubrimiento tendría en la Tierra en un futuro próximo”.
Tras recibir una repuesta positiva, ambos se reunieron en Nueva York y en febrero de 1965 se hizo oficial que el estudio que respaldaría el proyecto sería MGM, uno de los gigantes de la industria estadounidense. El ejecutivo Robert O’Brien aprobó un presupuesto de US$ 6 millones y dio luz verde a que el director y su equipo se instalaran en Borehamwood, en las afueras de Londres.
Keir Dullea (David Bowman), Gary Lockwood (Frank Poole) y el resto de los integrantes del elenco se encontraron en un set que estaba pensado hasta el más mínimo detalle, en una época donde el cine no contaba con los efectos creados a nivel digital, por lo que todo debió ser construido.
Sin duda que uno de los mayores desafío que hubo en la creación de la película fue definir el final. Durante buena parte del proceso Kubrick y Arthur C. Clarke no lograron ponerse de acuerdo con cuál era el cierre más apropiado para un largometraje que indaga en la evolución humana. Después de varios intercambios, habría sido idea del escritor concluir la cinta con David Bowman, el único sobreviviente de la tripulación, y la aparición de una especie de feto rodeado de luz. Una secuencia que el director decidiría musicalizar con “Also sprach Zarathustra”, de Richard Strauss, sellando uno de los desenlaces más misteriosos y fascinantes de la historia del cine.
“La producción costó US$ 10 millones y fue como un gran proyecto de investigación y desarrollo para llegar a la Luna”, afirmó el Douglas Trumbull, supervisor de efectos visuales.