Erupciones volcánicas: Poca investigación para una gran amenaza
Expertos señalan que las erupciones gigantescas “han provocado cambios climáticos bruscos y el colapso de civilizaciones en el pasado lejano”.
Una de las amenazas para la que el mundo se está preparando es la caída de un meteorito, de hecho en pocos días una misión de la NASA buscará desviar la trayectoria de uno —solo para probar si la tecnología funciona—.
Por otro lado, el mundo no está tan preparado para una erupción volcánica de grandes magnitudes, que estadísticamente es mucho más probable que ocurra.
“Cada año se invierten cientos de millones de dólares en amenazas de asteroides, pero hay una grave falta de financiación y coordinación mundial para la preparación de los volcanes”, dice la Dra. Lara Mani, experta en riesgo global del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge. “Esto debe cambiar urgentemente. Estamos subestimando por completo el riesgo que suponen los volcanes para nuestras sociedades”.
A través de un artículo publicado en Nature, la experta sostiene que hay una “idea errónea generalizada” de que los riesgos de que ocurra una gran erupción volcánica son bajos, pero no.
Mani comparó el riesgo de una erupción gigante con la caída de un asteroide de 1 km de ancho en la Tierra. Ambos acontecimientos tendrían consecuencias climáticas similares, pero la probabilidad de que ocurra una catástrofe volcánica es cientos de veces mayor.
Ante esto criticó la falta de inversión gubernamental en la vigilancia y respuesta a posibles catástrofes volcánicas, donde señaló que el mundo está “lamentablemente mal preparado”, ya que sería un evento que tendría repercusiones en las cadenas de suministro mundiales, el clima y los alimentos.
“Este tipo de erupciones gigantescas han provocado cambios climáticos bruscos y el colapso de civilizaciones en el pasado lejano”, agregó la experta.
Ejemplos actuales
La erupción en Tonga, en enero de este año, fue la mayor jamás registrada instrumentalmente. Según los investigadores, si esta hubiera durado más tiempo, liberando más cenizas y gases, o si hubiera ocurrido en una zona llena de infraestructuras críticas -como el Mediterráneo-, las ondas de choque globales podrían haber sido devastadoras.
“La erupción de Tonga fue el equivalente volcánico de un asteroide que se perdiera en la Tierra, y debe ser tratada como una llamada de atención”, comparó Mani.
Los expertos del CSER citan una investigación reciente que detecta la regularidad de las grandes erupciones mediante el análisis de rastros de azufre en antiguas muestras de hielo. Una erupción entre diez y cien veces mayor que la de Tonga se produce una vez cada 625 años, el doble de lo que se pensaba.
“La última erupción de magnitud 7 se produjo en 1815 en Indonesia”, egregó el coautor, el Dr. Mike Cassidy, experto en volcanes e investigador visitante del CSER, que ahora trabaja en la Universidad de Birmingham.
“Se calcula que murieron 100.000 personas a nivel local, y las temperaturas globales descendieron un grado de media, provocando pérdidas masivas de cosechas que condujeron a hambrunas, revueltas violentas y epidemias en lo que se conoció como el año sin verano”, dijo.
“Ahora vivimos en un mundo con ocho veces más población y más de cuarenta veces el nivel de comercio. Nuestras complejas redes globales podrían hacernos aún más vulnerables a los impactos de una gran erupción”.
Las pérdidas financieras derivadas de una erupción de gran magnitud serían de varios billones, y de una escala comparable a la de la pandemia, dicen los expertos.
“Los datos recogidos en los núcleos de hielo sobre la frecuencia de las erupciones a lo largo del tiempo profundo sugieren que hay una posibilidad entre seis de que se produzca una explosión de magnitud siete en los próximos cien años. Eso es una tirada de dados”, dijo en un comunicado la coautora del artículo e investigadora del CSER, la Dra. Lara Mani, experta en riesgo global.