¿Leer con poco tiempo?: Te presentamos cinco novelas cortas
Como siempre en Duna te recomendamos buena literatura, para que puedas pasar unos días fríos lo mejor posible.
La muerte en Venecia – Thomas Mann
“Gustav Aschenbach —o Von Aschenbach, como se le conocía oficialmente desde su quincuagésimo aniversario— salió de su apartamento de la Pinzregentenstrasse, en Munich, para dar un largo paseo a solas. Era una tarde de primavera de aquel año de 19…, que durante meses mostró a nuestro continente un rostro tan amenazador y cargado de peligros. Sobreexcitado por el difícil y azaroso trabajo matinal, que le exigía justamente en esos días un máximo de cautela, perspicacia, penetración y voluntad de rigor, el escritor no había podido, ni siquiera después de la comida, detener en su interior las expansiones del impulso creador, de ese motus animi continuus en el cual reside, según Cicerón, la esencia de la oratoria, ni había encontrado tampoco ese sueño reparador que, dado el creciente desgaste de sus fuerzas, tanto necesitaba una vez al día. Por eso decidió salir de casa después del té, confiando en que un poco de aire y movimiento lo ayudarían a recuperarse y le procurarían una fructífera velada”.
Bonsai (Alejandro Zambra)
Condenado a la seriedad y a la impostura, Julio, el silencioso protagonista de este libro, acaba convenciéndose de que es mejor encerrarse en su cuarto a observar el crecimiento de un bonsái que vagar por los incómodos caminos de la literatura. Es ésta, como dice el narrador, «una historia liviana que se pone pesada», un relato elíptico y vertiginoso marcado por la inquietante desaparición de una mujer.
Sed – Amélie Nothomb
“Siempre supe que me condenarían a muerte. La ventaja de esta certeza es que pude centrar mi atención en lo que la merece: los detalles”
La hija oscura – Elena Ferrante
Recrea el viaje de una mujer a una playa en Italia, donde su encuentro con una joven madre le dispara recuerdos y sensaciones de sus años al cuidado de sus dos pequeñas hijas y la decisión drástica de abandonarlas; vive el presente estival marcada por los dolores y las incertidumbres del pasado.
Piña – Gonzalo Maier
“Los días previos a su escape fueron parecidos a una resaca larga y pegoteada. Horacio Piña no podía —tampoco lo intentaba con muchas ganas— diferenciar dónde terminaba la noche y dónde comenzaba la mañana. Era un solo bloque temporal del que recuerda muy poco: su cama a medio hacer, un calor seco, duchas largas y con demasiado jabón, la página web de una aerolínea, doce botellas de cerveza, media de gin, seis bolsas de ravioles Giovanni Rana, vueltas y más vueltas sobre la cama, dolores de cabeza, seis pastillas de clotiazepam, una barba que cada vez que veía en el espejo del baño se prometía afeitar sin llegar a hacerlo, una cuenta en Instagram que revisaba cada quince minutos, y más ravioles”.