Un reportaje de la BBC, cuenta la historia de distintas personas que están dejando de usar sus Smartphones.
Según la psicoterapeuta y autora de The Phone Addiction Workbook, Hilda Burke, “existe un fuerte vínculo entre el uso intensivo de dispositivos y los problemas de relación, la calidad del sueño, nuestra capacidad para desconectarnos y relajarnos, así como en los niveles de concentración”.
Esta fue una de las causas que produjo que Dulcie Cowling de 36 años decidió a finales del año pasado que dejar de lado su smartphone mejoraría su salud mental. Durante las fiestas de fin de año les dijo a sus familiares y amigos que lo iba a cambar por un viejo teléfono Nokia con el cual podría hacer y recibir llamadas y mensajes de texto.
Recuerda que uno de los momentos cruciales que la llevaron a tomar tal decisión fue un día en el parque con sus dos hijos, de 6 y 3 años.
Estaba en el parque, con los niños, mirando absorta el móvil. Cuando levanté la vista todos los padres —hasta 20—, estaban mirando sus teléfonos, deslizando continuamente el dedo por la pantalla (…) ‘¿En qué momento nos pasó esto?’, pensé. Nos estamos perdiendo la vida real. No creo que en tu lecho de muerte lamentes no haber pasado más tiempo en Twitter o leyendo artículos en internet. Finalizo la directora creativa de Hell Yeah!, una agencia de publicidad con sede en Londres.
Aquello también le pasó a Alex Dunedin, quien hace dos años tiró su teléfono inteligente a la basura. “Culturalmente nos hemos vuelto adictos a estas herramientas”, dice este investigador educativo y experto en tecnología. “Están debilitando la cognición e impidiendo la productividad”.
Alex, quien vive y trabaja en Escocia, dice que otra de las razones detrás de su decisión fueron las preocupaciones medioambientales. “Estamos desperdiciando cantidades exponenciales de energía y produciendo cantidades exponenciales de emisiones de CO2″.
Finalmente, comenta que desde que dejó su smartphone es más feliz y productivo:
Mi vida ha mejorado (…) He liberado mis pensamientos de estar constantemente conectados cognitivamente a una máquina que necesito alimentar con energía y dinero. Creo que el peligro de las tecnologías es que nos están vaciando la vida
Lynne Voyce, es una profesora y escritora de 53 años, oriunda de Birmingham, Inglaterra, quien se está moviendo en la dirección opuesta: comenzó a usar nuevamente un teléfono inteligente en agosto pasado, luego de un descanso de seis años.
Comenta, que se vio obligada a comparar uno smartphone de mala gana debido que debe que lidiar con los códigos QR en los restaurantes y los llamados pasaportes Covid (digitales), además de facilitar el contacto con una de sus hijas la cual vive en París.
Cuando Lynne dejó su smartphone por primera vez en 2016, fue para alentar a sus hijas a que ellas reeducarían su tiempo de uso de sus teléfonos, debido que ellas estaban “absorbidas en sus smartphones”.
Estaban pegadas a sus celulares. Pensé que la única forma de detenerlo era deshacerme del mío propio (…) Por ejemplo, llegábamos a un restaurante y ya no me veían levantar el teléfono.
No tener un teléfono inteligente “me quitó mucha presión”, dice. “Ya no sentía que tenía que responder al instante o estar disponible cuando estaba fuera”.
Para finalizar, la psicoterapeuta, Hilda Burke comenta que sería de mucha utilidad que las personas vigilen cuánto tiempo pasan las personas en sus teléfonos inteligentes:
Comenzar a darse cuenta de cuánto tiempo desperdician exactamente cada día en su teléfono puede ser una poderosa llamada de atención y un catalizador para el cambio.
También recomienda empezar a apagar el teléfono o a dejarlo en casa por un tiempo corto, y alargar el lapso gradualmente.