Una nueva investigación sobre el Covid-19 permitió aclarar de una forma mucho más precisa y completa al virus SARS-CoV-2, a través de un mapa genético, y con ello una de las variables que lo vuelve más agresivo.
“Pudimos utilizar este potente enfoque de genómica comparativa de firmas evolutivas para descubrir el verdadero contenido funcional de codificación de proteínas de este genoma de enorme importancia”, manifestó el profesor de ciencias de la computación del MIT, miembro del Instituto Broad del MIT y Harvard, y autor principal del estudio Manolis Kellis.
El informe publicado en Nature Communications y realizado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) confirmó varios genes codificadores de proteínas y descubrió que otros -que se habían propuesto como genes- no codificaban ninguna proteína.
Confirmaron seis genes codificadores de proteínas en el genoma del SARS-CoV-2, además de los cinco que están bien establecidos en todos los coronavirus.
Por otro lado también determinaron que la una de las zonas que codifica el gen llamado ORF3a también codifica el ORF3c, cuyas bases de ARN se solapan con el ORF3a (aunque están en un marco de lectura diferente), y en este caso del SARS-CoV-2 aún no se sabe qué función cumple.
Dentro de la investigación también se analizaron más de 1.800 mutaciones que han surgido desde el inicio de la pandemia, en las que descubrieron que en la mayoría los casos, los genes que evolucionaban rápido seguían haciéndolo, al igual que los que evolucionaban lento han mantenido esa tendencia.
Otro de los puntos importantes se llevó a cabo con las variantes que causan preocupación a nivel internacional (las cepas británica, brasileñas y sudafricana), donde se observó que muchas de las mutaciones que vuelven a estas variantes más peligrosas se encuentran en la proteína espiga (lo que ayuda al virus a propagarse más rápido y evadir el sistema inmune).
“Cada una de esas variantes tiene más de 20 mutaciones más, y es importante saber cuáles de ellas pueden hacer algo y cuáles no”, explicó Irwin Jungreis, uno de los firmantes del estudio.
Los autores además señalaron que en trabajos anteriores se utilizaron nombres contradictorios o conjuntos de genes incorrectos, por lo que presentaron otro documento en Virology con recomendaciones para nombrar a los genes.