El “síndrome de Venecia” es un termino acuñado para referirse al problema que vive la capital de véneta en Italia que, además de sumergirse poco a poco bajo el agua, tiene que lidiar con las grandes masa de turistas cuya cifra crece de manera estrepitosa cada año.
El término surgió a partir del documental de Andreas Pichler, que estrenó en 2012 con ese nombre, el cual utiliza a Venecia como símbolo en el que se reflejar a gran escala un cambio que ya tiene lugar en muchas otras ciudades, donde los habitantes disminuyen de manera drástica, a la misma proporción que crece la población flotante.
En la actualidad, hay alrededor de 58.000 habitantes en Venecia y se calcula que para 2030 no quedará ninguno de ellos en el centro. El filme es un homenaje a esta raza en peligro de extinción: el veneciano que no renuncia a su lugar de origen, un enclave donde la vida vecinal ha colapsado por el efecto de la industria turística.
Y lo cierto es que, no es solo la ciudad de los canales sufre la masificación del turismo; Barcelona, Berlín, Londres, París y tantas otras capitales se han encontrado en los últimos años con esta problemática.
La historia de un turismo depredador que devora la base misma de las ciudades, su cultura y su apariencia es lo que el gobierno italiano busca frenar mediante una iniciativa poco usual.
Hace poco nos enterábamos de la situación de Bormida, cuyo municipio ofrece 2 mil euros por que te vayas a vivir al pueblo. Ahora, es el Gobierno italiano el que está regalando 103 edificios históricos con una sola condición: quien se los quede deberá convertirlos en templos del slow tourism o turismo sostenible.
Esta filosofía de viaje pertenece al movimiento slow y pretende integrar al viajero en el lugar de destino para disfrutar así de la experiencia “como un local más”.
Fue la Agencia de la Propiedad del Estado y el Ministerio de Cultura la que anunció el proyecto en el marco del Plan Estratégico de Turismo de Italia, que busca aliviar la superpoblación de turistas en las zonas más famosas del país y promocionar destinos menos conocidos.
Pero no es así de fácil. Todo aquel que se adjudique uno de los 103 monasterios, castillos espectaculares, palacetes y pintorescas granjas que componen el catálogo de viviendas, tendrá la responsabilidad de trasformar estos alojamientos en hoteles sostenibles.
Uno de los edificios en cuestión es la Vía Apia, una antigua calzada romana que conecta Roma con el sur del país o la vía Francesa, una antigua ruta de peregrinación que va de Roma hasta la frontera norte.