Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi: La princesa y el multimillonario
Bastó que se vieran un par de veces para enamorarse perdidamente uno del otro. Después de uno meses juntos, Carolina quedó embarazada del primero de sus tres hijos: Andrea.
Duna
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Bastó que se vieran un par de veces para enamorarse perdidamente uno del otro. Después de uno meses juntos, Carolina quedó embarazada del primero de sus tres hijos: Andrea.
Intentaron una relación formal y plena pero el gran obstáculo eran los padres de ella. No les gustaba su pinta, ni su fama, ni su falta de fe. Convencieron a su hija de que le convenía comprometerse con el músico Vic Damone.
Era más baja que Picasso que medía 1,63 cm. y estuvo dispuesta a convertirse en la secretaria, mensajera, enfermera, amante, ama de llaves e incluso esclava y carcelera del pintor.
Detestado por las feministas por sus dichos, pero amado por las mujeres en general, a Pablo Picasso le decían el Minotauro porque aparecía y desaparecía en un laberinto de lienzos para atrapar a las víctimas de sus romances.
Desadaptados más que incomprendidos, aunque ellos se quejaran de lo segundo, dos jovencitos medios perdidos que se divertían haciéndose los malos, los punks vestidos con púas, los de temperamento embravecido o aquietado a punta de drogas, se quisieron como ellos sabían hacerlo, desde el oscuro rincón que eligieron para pasar por la vida como mal portados
El drama de esta historia portuguesa, que algo tiene de leyenda pero mucho más de cierto, bordea lo operático y con una combinación de coraje y romance tal que no cuesta nada sospechar de ella, pero sucedió.
En uno de esos tantos viajes que hizo a Francia, en 1948, el príncipe y la futura princesa se encontraron en una fiesta en el Summer Casino en Cannes. Esa noche no se separaron, testigos decían que bailaron tan juntos que parecían uno.
Separado de su primera mujer, Dolores del Río, no alcanzó a hacer duelo alguno por su fracaso marital. Ya había visto en una foto de la revista Time a la infartante Hayworth y le dijo a sus amigos: me voy a casar con ella
Para Pierre, la señorita Sklodowski era un ser desconcertante; le asombraba el encanto con que la joven se refería a tecnicismos y fórmulas científicas complejas.
La timidez, la presencia gravitante de su madre y también la mala suerte fueron sumando tropiezos sentimentales al gran Jorge Luis Borges, uno tras otro.