Phil Lynott, el genio trágico de Thin Lizzy
Su muerte, a los 36 años, interrumpió un legado artístico que provocaría la admiración de las nuevas generaciones.
Duna
/Sonidos de tu Mundo
Su muerte, a los 36 años, interrumpió un legado artístico que provocaría la admiración de las nuevas generaciones.
Nunca fue reconocido en vida y sólo después de su trágica muerte, a los 47 años, comenzó a ser homenajeado con los tributos que merecía.
El músico griego nunca se comportó como una estrella, rechazó entrevistas y guardó con bastante celo su vida personal hasta el día de su muerte, en mayo pasado.
El artista mezcló el pop y el country, facturó éxitos memorables y su rostro se transformó en una presencia habitual en el cine y la televisión, hasta convertirlo en una de las figuras más reconocidas del siglo pasado.
A pesar de su corta vida, el guitarrista y cantante dejó una legión de admiradores y un puñado de discípulos que se encargaron de perpetuar su estilo en el rock de las nuevas generaciones.
Una personalidad díscola y un comportamiento impredecible transformaron al artista en un paria de la escena musical, hasta que logró recuperar el camino en sus últimos días de vida.
A pesar de vender millones de discos, nunca pudo conseguir el respeto del ambiente musical, que lo consideraba un ídolo prefabricado y un invento de una industria que se enriqueció a costa de su desgracia.
Una carrera longeva y una historia que fue llevada al cine, terminaron por sellar la condición de leyenda que la artista consiguió durante su vida.
Precursor de la escena indie que floreció en California en la década del ochenta, encontró su sonido en Mazzy Star, un dúo que alcanzó la fama sin haberla buscado.
Sus canciones, que sentaron las bases de la bosa nova, fueron versionadas por los intérpretes más grandes del planeta además de convertirse en la banda sonora de las inolvidables playas de Río de Janeiro.