Charles Aznavour y Edith Piaf: El protegido
El compositor de más de 800 canciones era el protegido de La Piaf, pero también donde iban a dar todas sus rabietas y salidas de madre.
Duna
Sonidos de tu Mundo
El compositor de más de 800 canciones era el protegido de La Piaf, pero también donde iban a dar todas sus rabietas y salidas de madre.
Cuando la que se convertiría de una vez y para siempre, en una de las mujeres más bellas del mundo recién rompía el cascarón, el que sería su marido ya venía de vuelta.
Friedrich Nietzsche fue un hombre solitario, de mucho amor platónico y poco romance concreto, pero tuvo un gran amor. Y como era él, enredado, autoflagelante y megalómano, eligió uno cuesta arriba.
Cohen escribía al borde del delirio asistido por ácido y estimulantes y ayunos prolongados que lo hacían alucinar. Ella lo alimentaba y veló por su vida hasta que publicó Beautiful Losers. Una novela que nadie entendió.
Parra enamorarme he nacido, declaró una vez Nicanor, ermitaño de la mitad hasta el final, pero seductor y enamorado toda su vida. Elegía a las atípicas, las excéntricas, guapas y también a las difíciles.
Tuvieron tres hijos, ella tácitamente, consideró que la carrera de su marido tenía mayor relevancia y se puso detrás de él. En algún momento se distancian.
Dicen que eran almas gemelas, rebeldes, iconoclastas, hijos de una aristocracia que ni les gustaba ni les quedaba cómoda, ambos nacidos en 1893, ambos poetas fascinantes y amantes de la libertad.
A muchos les pasó. Cuando se enteraron de que el dramaturgo y actor Alejandro Sieveking había muerto, el 5 de marzo recién pasado, pensaron en Bélgica. Castro, uno de los más tremendas referentes que ha tenido el teatro nacional y su mujer desde hacía más de medio siglo. Al día siguiente el misterio sobre su vida sin él, quedaba sobrecogedoramente resuelto.
Catalina de Los Ríos y Lisperguer, era irresistible para los hombres, deseada, amada incluso, pero también odiada y resistida. La muchacha que anduvo desde siempre con sus pasiones a flor de piel, tras quedar al cuidado de su abuela, Águeda Flores, decidió casarla para mantenerla a raya y se puso a la tarea de encontrar un marido y domador.
El amor que se tuvieron fue turbulento, apasionado y trágico. Recorrieron Europa, cantaron juntos y él la siguió cuando Violeta quiso volver a Chile en 1965.