Mata Hari: Ella sola
Es, probablemente, la encarnación de la femme fatal. Sexy, calculadora, ambiciosa, egocéntrica y libertina, así era Margaretha Zelle, Mata Hari.
Duna
/Sonidos de tu Mundo
Es, probablemente, la encarnación de la femme fatal. Sexy, calculadora, ambiciosa, egocéntrica y libertina, así era Margaretha Zelle, Mata Hari.
La conoció en la casa de su tío Luis Llosa. Varguitas no cumplía aún la veintena, Julia lo superaba por más de una década y arrastraba un reciente divorcio. Sin embargo, era muy guapa y la experiencia con que lo superaba, le pareció lo más atractivo.
Nerón debutaría como marido para fortalecer sus opciones de convertirse en emperador. Tenía a penas 13 años cuando lo casaron con la igualmente joven, y su hermana adoptiva, Octavia
Quería lucirse. Como galán y como tenista porque pretendía a otra campeona del deporte, la alemana Steffi Graf. “Y yo soy un hombre insistente” le aclaró a la germana cuando recién le había empezado a coquetear.
En medio de los viajes entre París y Nueva York de la joven Hillsdale para educarla suficientemente bien como para que resultara una buena y atractiva esposa, se conocen con Hopper y se empiezan a escribir
Luego del nacimiento de su primera hija las cosas empeoraron, cada uno buscó a sus amantes, aparentemente, amparados por un acuerdo tácito.
Fue en Argelia que se encontraron por primera vez y casi al mismo tiempo se hicieron amantes. Cuando vuelve a París el autor de “El Extranjero, María, desecha y muy a pesar suyo, decide terminar el romance.
Entre esa hermosura cautivadora y su corazón inspirado y encendido, el poeta inglés vivió audazmente, jamás rechazó una aventura y amó todo lo que pudo, con toda la tragedia propia de su estilo
La conquistó con su simpatía y quedó prendada de él por su estilo, misterio y elegancia. Pero eso sería después, porque ella no respondió inmediatamente a los encantos de Julio, de hecho él tuvo que poner en marcha un plan de ataque bien estudiado.
La suerte a veces entrega extraños compañeros de cama y la mala fortuna le cayó a Catalina la grande, emperatriz rusa del más encendido espíritu, cuando la primera noche con su marido, el gran duque Pedro, se acostó con las botas puestas, jugó con sus colecciones y le enumeró a sus amantes.