El final de Sándor Marai
“Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora”
Duna
Sonidos de tu Mundo
“Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora”
Robert Schumann pierde definitivamente los estribos, las sospechas de una esquizofrenia se despejan de pronto y Albert Dietrich, compositor y director alemán cercano a Schumann, le escribe al formidable violinista húngaro Joseph Joachim, estrecho colaborador de Johannes Brahms quien era, a su vez, estrecho colaborador de Schumann.
Sé que estoy enfrentando a la irremediable vejez, sin haberme preparado para asumirla.
Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso… el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas.
Sylvia era uno de los mayores y más verdaderos espíritus vivos, y en sus últimos meses se había convertido en una gran poeta, y ninguna otra mujer excepto Emily Dickinson puede empezar a compararse con ella, y ciertamente ninguna poeta norteamericana viva.
“No apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía.”, sostiene el filósofo.
Ahora, señora Macrina, no te pido mercedes, sino que nos declaremos nuestras voluntades.
“¡Cómo cambiamos a cada día que pasa! Nos hacemos distintos, nuevas relaciones se forman entre nosotros”.
“La felicidad está en ti, así que suelta las cadenas de tu corazón y déjate crecer como la dulce flor que eres”, escribe el afamado guitarrista.
“Nora querida, que no acabe nunca nuestro amor tal como es ahora. Entiendes ahora a tu extraño, descarriado, obstinado y celoso amante, ¿verdad, queridísima?”