Él nunca la vio, pero su generosidad fue la excusa perfecta para que el padre del Cascanueces construyera un nuevo amor platónico. Su protectora le enviaba dinero para que él sólo se preocupara de componer. Él agradecía con una correspondencia copiosa y amable, ella respondía, y se fue erigiendo una relación epistolar que a él le pareció justo tomar como un romance