Se casó virgen a los 25 años con Alma Reville, su mujer para toda la vida, y siguió viviendo el sexo como un tormento merecedor de castigo, como un secreto oscuro y retorcido, producto de su estrictísima educación y la extraña relación que tuvo con su madre. Ella, Alma, sería su fiel compañera, voz de su conciencia y silencio reponedor cuando hizo falta.