Según el informe anual que presenta la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) la pérdida de legitimidad, de los pilares éticos, morales y jurídicos son tópicos que han ido en aumento a medida que pasa el tiempo.
El documento explica cómo los resortes para la protección de las víctimas de conflictos, activados internacionalmente tras la Segunda Guerra Mundial, van desapareciendo con el paso de los años en los 33 conflictos activos en la actualidad, muchos de ellos actualmente sin solución tangible.
Situaciones como la de las 19.900 personas inmigrantes y solicitantes de asilo que permanecen encerradas en centros de detención en Libia sufriendo secuestro, torturas y privación de alimentos y atención médica, mientras que sus carceleros reciben dinero y formación de la Unión Europea; la nueva estrategia de Seguridad Nacional de EEUU, donde Donald Trump prescinde de la “promoción de la democracia” y declara amigos a los enemigos de sus enemigos, sean cuales sean sus métodos en donde uno de esos aliados es Arabia Saudí, que provoca una gran hambruna con su bloqueo de comida y fármacos en Yemen, además de epidemias letales de cólera y difteria; así como la limpieza étnica lanzada en Birmania contra los rohingya ante la pasividad internacional, hacen darnos cuenta de que este tipo de catástrofes son completamente comunes y que la legitimidad de la violencia es inmensa.
Ya sea por acción u omisión, estos conflictos han sido legitimados por democracias occidentales. Los derechos humanos han dejado de estar en la agenda. “La inseguridad y la fragilidad van en aumento y el personal humanitario y las infraestructuras son blanco de ataques recurrentes y generalizados. Las dificultades para acceder a las víctimas son cada vez mayores y esto se traduce en una pérdida de identidad por parte del sector humanitario, cuya capacidad para llegar hasta las víctimas de crisis agudas se ve cada vez más cuestionada”, dice el informe.
“Debido a esta crisis de legitimidad, la acción humanitaria sufre cada vez más presiones para alinearse con agendas vinculadas a objetivos políticos o, en el mejor de los casos, a objetivos de desarrollo, lo que abre la puerta a la instrumentalización del sector. Hay misiones humanitarias totalmente sobrepasadas”, comenta el codirector del IECAH, Jesús A. Núñez, y agrega, “la violencia sobre la población civil se extiende mientras que el sistema global de ayuda es cada vez menos efectivo”.
Unos pocos conflictos, como Irak o Siria, acaparan la mayor parte de los fondos. En cambio, otras crisis silenciadas, como la de República Centroafricana o el Congo se quedan sin ayuda. Según la ONU, un 40% de sus peticiones de dinero para paliar el sufrimiento de estas poblaciones se queda sin cubrir.
Al margen de la ayuda que pueda prestarse desde las organizaciones humanitarias, “son conflictos políticos y deben resolverse desde la política”, opina Jesús A. Núñez. El problema, como dice el mismo, es que las democracias occidentales afrontan estas guerras desde un punto de vista pasivo y defensivo, casi policial.