Esta mañana, el Ayuntamiento de Shenyang, anunció la muerte de Liu Xiaobo, premio Nobel de la Paz y disidente del Gobierno chino en su férrea lucha por la democracia.
A sus 61 años el cáncer de hígado, diagnosticado demasiado tarde en la cárcel, donde cumplía once años de prisión por “subversión”, acabó finalmente acabó.
Defensores de derechos humanos ponen en duda la versión de que el diagnóstico tardío se debió a las paupérrimas condiciones de las cárceles en China. Más bien apuntan a que su muerte se debió a una negligencia voluntaria para deshacerse del activista.
Liu pasó sus últimos días en el hospital universitario número uno de Shenyang, en el noreste de China, donde fue el 23 de mayo cuando descubrieron que padecía de cáncer.
Según consignó El País, incluso en su lecho de muerte no pudo ser libre. El Gobierno chino sólo permitió visitas particulares, coma la de su esposa, Liu Xia.
El centro médico estaba vigilado por fuerzas policiales y las habitaciones continuas al del Nobel fueron vaciadas. Incluso el personal médico tenía acceso restringido.
La familia solicitó llevarlo al extranjero para recibir tratamiento médico, pero Pekín se negó rotundamente argumentando que ya era demasiado tarde, que estaba muy enfermo como para ser trasladado.
Esto a pesar de las presiones de la canciller alemana, Angela Merkel que imploraba a China “un gesto de humanidad” para dejarle marchar, y de que dos médicos, uno alemán y otro estadounidense, argumentaran que era posible salvar su vida si lo llevaban lo antes posible.
Liu Xiaobo es el primer premio Nobel de la Paz que muere en cautiverio desde 1938, cuando el pacifista Carl von Ossietzky falleció en el hospital mientras era retenido por el régimen nazi en Alemania.
Su vida, su revolución
Autor, crítico literario, pensador, profesor, entre otras cosas, Xiaobo nació en el noreste de China en 1955, en plena efervescencia del mandato de Mao. Durante la Revolución Cultural (1966-1976) su familia se trasladó al campo, donde no recibió una educación formal, pero leyó todo lo que podía. Eso, explicó cuando estaba vivo, fue lo que le enseñó a pensar por si mismo.
En 1977, cuando reabrieron las universidades, fue uno de los primeros estudiantes readmitidos. Estudió literatura china en la Universidad Normal de Pekín, donde posteriormente ejerció como profesor. En los años ochenta, durante la breve primavera intelectual de China, se convirtió en una de las personalidades más destacadas.
Se encontraba en la universidad de Columbia, Estados Unidos, cuando en 1989 estalló la protesta estudiantil en su país. En solidaridad con los alumnos viajó a Pekín donde inició una huelga de hambre en su apoyo.
Cuando se proclamó la ley marcial logró negociar con los militares para que le permitieran a los estudiantes regresar sanos y salvos a sus centros de estudios.
Xiaobo dedicó su premio Nobel de la Paz, galardonado en 2010, a los estudiantes asesinados en la masacre de la Plaza Tiananmén el 4 de junio de ese mismo año tras la brutal represión del Ejército Popular de Liberación.
Tras esa matanza, en la que el Gobierno chino nunca dio a conocer el número de víctimas, el profesor fue condenado a dos años de prisión por “incitación y propósitos contrarrevolucionarios”, la primera de una serie de encarcelamientos.
Se le prohibió enseñar dentro de su país, pero sí lo hizo en Hong Kong, Taiwán y el resto del mundo. En 2004, escribió que Internet “es el regalo de Dios al pueblo chino”, porque a través de esta herramienta fue capaz de distribuir sus ideas y activismo político. En esos años aún no habían comenzado las férreas campañas oficiales para controlar el contenido de la Red.
Varias veces le ofrecieron exiliarse en el extranjero pero el Nobel las negó todas, temía que su voz y sus ideas perderían fuerzas si se alejaba de China.
Su larga y última condena
En 2008 promovió y redactó la Carta 08, un osado documento inspirado en la Carta-77 que Vaclav Havel y otros disidentes checoslovacos redactaron en 1977 contra el régimen comunista. El texto, de 303 firmantes iniciales, pedía el reconocimiento de la libertad, la igualdad y los derechos humanos como valores universales; la división de poderes, un poder judicial independiente o la libertad de información eran otras de las peticiones.
Según consignó El País, el 8 de diciembre de 2008, un día antes de la distribución del documento, Liu fue detenido. La Navidad de 2009 fue anunciada su condena a once años de prisión.
“No tengo enemigos ni odio. Ninguno de los policías que me vigilaron, detuvieron o interrogaron, ninguno de los fiscales que presentaron cargos contra mí, ni ninguno de los jueces que me juzgaron son mis enemigos (…) El odio puede pudrir la inteligencia y la conciencia de una persona. La mentalidad de ver enemigos envenenará el espíritu de una nación, incitará luchas crueles y mortales, destruirá la humanidad y tolerancia de una sociedad y perjudicará el progreso de una nación hacia la libertad y la democracia (…) Por eso espero poder trascender mis experiencias personales al mirar el desarrollo y el cambio social, contrarrestar la hostilidad del régimen con la mejor de las buenas voluntades, y dispersar el odio mediante el amor”, dijo durante el juicio en su discurso de defensa.