Para conmemorar los 107 años que habría cumplido Violeta Parra, quisimos compilar muchas de sus cartas en la voz de Bárbara Espejo, además de sus relatos de los amores de la artista nacional.
Hija y hermana de 9. De niñez pobre, salió adelante con sus hermanos cantando en burdeles, trenes, circos, campos y pueblos.
Los niños revelaban precozmente su talento y Violeta a los 12 años hizo sus primeras composiciones.
El ADN impulsó a Violeta a tomar la guitarra y sacar acordes y composiciones. Descubrió la poesía y el canto popular viajando por Chile y el mundo.
No por nada muchos la han homenajeado y ganó en 1954 el premio al folclor nacional. Su arte plástico triunfó también.
Crear con lo que hay era su consigna y una hepatitis la hizo bordar en sacos, los que convirtió en arpilleras.
Patuda y tímida a la vez, cuenta la leyenda que llegó al Louvre y dijo quiero exponer aquí. Y lo logró.
Tuvo enfermedades que marcaron su piel y opacaron su autoestima.
A los amores de Violeta les costó entender a esta mujer que se quería comer el mundo: “creadora inagotable”.
Pero de pronto Violeta ya no estaba, “el día que no tenga un amor para dedicarle mis canciones, arrumbaré mi guitarra y me dejaré morir”.
Ya lo había intentado una vez. Se cortó las muñecas. Era tan brava que fue de frente a la tormenta. No vio que era verano y Violeta se apoyó el cañón en la sien y se disparó.
Ilustración Alberto Montt