La Política Energética Nacional y la Ley Marco de Cambio Climático se propuso que a 2030, el 80% de la energía utilizada en Chile sea renovable y que para el 2050, toda la energía esté libre de emisiones.
Sin embargo, y a pesar de que en nuestro país se han comenzado a realizar avances en esta línea, esto no parece una tarea sencilla y uno de los principales desafíos es que las energías fotovoltaicas y eólicas no generan energía durante las 24 horas del día.
Esto supondría una dificultad mayor para llegar a dicho objetivo, y de acuerdo a un estudio de la consultora Spec y el Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) de la Universidad de Chile, para llegar a estas metas se necesita que se aumente en, al menos, cinco veces la generación de energías renovables a 2030.
En la investigación llamada “Hacia un sistema 100% renovable: almacenamiento de larga duración” se evidenció que “un sistema en transición hacia una alta participación de generación renovable y cero emisiones netas, requerirá un portafolio de tecnologías de almacenamiento, de forma de dar cobertura a los distintos servicios necesarios para operar el sistema de forma económica y segura”.
¿Qué implica esto?
El mencionado estudio fue liderado por el director ejecutivo de Spec, Carlos Suazo y el investigador del ISCI, Rodrigo Moreno, quienes simularon cuatro escenarios cobre la transición energética que lleva adelante nuestro país y los servicios de almacenamiento de energía de larga duración, los que permiten emitir energía por más tiempo.
En concreto, los cuatro escenarios fueron los siguientes:
- Caso base: Se consigue retirar las centrales carboníferas a 2023 por 3 GW al 2030.
- Al 2030 no hay unidades de generación a carbón.
- Al 2030 no hay unidades de generación a carbón ni a gas natural.
- Al 2030 no hay unidades de generación a carbón, a gas natural ni centrales térmicas a diésel o similares.
Las conclusiones a las que llegaron los investigadores tras estos modelos es que en las simulaciones en donde solo existen energías renovables, se observa una necesidad de casi 6 GW, mientras que en el caso base este número disminuye a 1,2 GW.
Otros desafíos
Otro punto que resaltan los expertos, es que la transición energética trae consigo una serie de desafíos ligados, por ejemplo, a la seguridad de que los suministros energéticos sean estables.
“Cuando retiras infraestructura que de alguna manera es segura, esa infraestructura también provee otro tipo de servicios, como la capacidad firme. Cuando pierdes estas centrales, estás perdiendo también esta confiabilidad en el sistema de enfrentar fenómenos extremos, y almacenamiento de larga duración es justamente una especie de seguro contra esos eventos”, explicó Suazo.
Otro de los efectos que se podría generar a partir de esto, añade, es el costo en la operabilidad que podría llegar a tener este tipo de energías, lo que puede afectar las tarifas eléctricas.
“Esto puede tener una bajada en tarifas, porque finalmente el riesgo siempre es tarifa; si no se hacen estas inversiones, entonces tienes un sistema más volátil y esa volatilidad se termina transfiriendo a la tarifa a la larga”, agregó
“Lo más relevante es que necesitamos contar con señales de largo plazo para que estas inversiones se concreten. Y esas señales se tienen que perfeccionar, y hay una variedad de propuestas a considerar, las que dependen de lo que se haga con las señales de corto plazo. Qué formamos en el corto plazo para que se liquiden las transacciones de energía, va a marcar las soluciones que ideemos para las señales de largo plazo”, concluyó.