El 11 de septiembre de 1973 el expresidente Salvador Allende se suicidó en La Moneda, en medio de los bombas que caían sobre Palacio. Aquel día se iniciaría la dictadura militar, que dejaría a miles de chilenos y chilenas muertos, torturados, desaparecidos y exiliados. También iniciaría un periodo profundamente trágico para la familia del difunto mandatario.
La gran mayoría de los familiares de Allende se fue al exilio a México, Cuba y otros países, uno de ellos es Alejandro Fernández Allende, nieto del Presidente, quien a 50 años de aquel episodio confiesa cómo su familia debe convivir con la muerte del “Chicho”.
“Lo hemos pasado muy mal. No es algo que se hable en mi familia. Son más bien cerrados (para) hablar esos dolores, de esos traumas, de esa época tan oscura para los chilenos y para nosotros como familia”, dijo a la agencia EFE, además de asegurar que la muerte de su abuelo generó un trauma intergeneracional en su familia.
Fernández es hijo de Beatriz “Tati” Allende Bussi, la hija del presidente, quien además era asesora y una de las más cercanas al socialista. Cuando ocurrió el golpe de Estado ella estaba embarazada y debió ir a Cuba, donde nació Alejandro.
La tragedia en la Familia Allende Bussi no terminaría. Tati durante el exilio sufrió de una profunda depresión debido a la muerte de su padre, lo que terminaría con su suicidio el 11 de septiembre de 1977. “Hemos tenido hartas muertes trágicas en la familia”, contó Fernández.
La muerte en la familia Allende
El nieto del expresidente cuenta que la muerte ha sido un constante dolor que debe vivir su familia. Su tía, Laura Allende se suicidó luego de que Augusto Pinochet negara su entrada a Chile.
Para Fernández, todos estos traumas familiares se iniciaron el 11 de septiembre de 1973, con el golpe de Estado y la muerte de su abuelo.
El chileno cubano recuerda que luego de volver a Chile, decidió dejar el país, luego de que su abuela fuera agredida por simpatizantes de Augusto Pinochet, cuando el dictador estaba detenido en Londres. “Decidí irme de Chile porque el dolor era demasiado y porque temía que si yo me quedaba en Chile iba a terminar muy mal”, contó, afirmando que esto fue como un “segundo exilio”.
Ahora, ya viviendo en Nueva Zelanda, cree que puede hablar de “todos esos dolores, del daño que nos han hecho”, aunque lamenta que toda su vida esté marcada por “la sombra de la dictadura militar”.