La humanidad ha experimentado un aumento sostenido en la esperanza de vida a nivel mundial. Si en el 2000 las personas en promedio vivían 66,5 años, en 2016 esta cifra aumentó hasta los 72.
Chile no ha sido la excepción, sin embargo, y al igual que al resto del mundo, existe una gran diferencia entre géneros y las esperanza de vida. En nuestro país, las mujeres viven en promedio hasta los 85 años, mientras que los hombres llegan hasta los 80.
Frente a este escenario, la Organización Mundial de la Salud (OMS) planteó que estas diferencias entre los hombres y las mujeres es una materia que debería ser estudiada para tratarlo en políticas sanitarias.
Ante esto, la científica chilena, la Dra. Cheril Tapia, quien es investigadora del Centro Basal ANID Ciencia y Vida y la Universidad San Sebastián, realizó junto a su equipo una investigación tratando de explicar este fenómeno.
En su estudio, la científica analizó las mitocondrias, alteraciones de un componente en las neuronas que sería una pieza fundamental para que durante la vejez se produzca en la pérdida de la memoria y el aprendizaje.
Además, estos organelos celulares son muy importantes para generar energía química con la que se activan reacciones celulares en la célula. Las zonas que se encuentran en las zonas de comunicación de las neuronas se les conoce como mitocondrias sinápticas y estas son perjudicadas en su función de generar la conexión entre el cerebro y las células.
Entendiendo que el envejecimiento de la población en uno de los mayores problemas de salud pública a nivel mundial, la Dra. Tapia investiga cómo funcionan las mitocondrias y su importancia en la vejez, en especial la disfunción mitocondrial, que se encuentra en el hipocampo, la zona del cerebro donde se controlan los procesos cognitivos de aprendizaje y la memoria y que se ven afectadas con el paso del tiempo.
Diferencias entre géneros
Si bien hay algunas explicaciones que podrían dar luces del por qué las mujeres viven más años que los hombres, explica la científica nacional, como que “las mujeres presentamos un sistema inmunológico más desarrollado y una mayor protección contra las enfermedades cardiovasculares por efecto de las hormonas”.
Pero las investigaciones del equipo de la Dra. Tapia descubrieron que la mitocondria sería un factor importante para explicar este fenómeno. Ya que las mitocondrias del hipocampo a medida del paso del tiempo van perdiendo funciones y dañan a las mitocondrias, las neuronas y las energías.
“Pero en el caso de las mitocondrias de machos, estas producen una mayor cantidad de especies oxidativas que hembras (en modelos animales), lo que genera un ambiente más tóxico para la mitocondria y la neurona en general” explica Tapia.
O sea, analizando estas células en los hombres se observa que estas son más vulnerables, además de que producen un mayor nivel de reactividad de oxígeno, en cambio, en pruebas con roedores femeninas estas se ven más fuertes ante el daño oxidativo.
“En el caso de los machos observamos una disminución en las enzimas antioxidantes, fenómeno que no es tan brusco en las hembras, ya que estas últimas mantienen sus niveles durante el envejecimiento” dijo la científica.
Además, Tapia agrega que en los machos se observa una disminución en los niveles de la proteína que degrada las dañadas o envejecidas en la mitocondria, la proteasa mitocondrial Lonp1, que es menor a la que se ve en las hembras. “Los machos envejecidos muestran menor protección frente a la acumulación de proteínas anómalas en la mitocondria” cuenta Tapia.
Cómo enfrentar la vejez
La Dra. explica que no se ha analizado los reales efectos de la mitocondria en la expectativa de vida, sino que “estamos probando distintas estrategias para mantener la función mitocondrial y que se centran en mejorar la calidad de vida de un individuo envejecido, para que a pesar de su edad presente una menor pérdida de memoria”.
A pesar de esto, la célula potencialmente podría ser una pieza clave en la búsqueda de enfrentar la vejez. “Con nuestra investigación estamos proponiendo a la mitocondria y específicamente a proteasa mitocondrial Lonp1 como un potencial blanco anti-envejecimiento”, afirma la científica.
El equipo del Centro Basal ANID destaca que son de los pocos grupos científicos que estudian la importancia de la Lonp1 en el envejecimiento. Además, explican que es importante seguir avanzando en estas investigaciones.
“Al recibir un estímulo de calcio, las mitocondrias envejecidas se hinchan y revientan. Este es un fenómeno que se llama swelling mitocondrial. Además, también vemos que hay una importante producción de especies oxidativas por las mitocondrias, que como sabemos es la hipótesis más extendida para el envejecimiento. Este daño se va acumulando con el paso del tiempo”, explica Tapia.
Próximos estudios
El equipo del Centro Basal ANID destaca que son de los pocos grupos científicos que estudian la importancia de la Lonp1 en el envejecimiento. Además, explican que es importante seguir avanzando en estas investigaciones.
”En el segundo de estos cuatro años, la idea es entender qué le pasa a la proteasa en la mitocondria, por qué podría estar fallando, o si tenemos alguna forma de atenuar esa disfunción y ver qué impacto tiene eso a la pérdida de memoria”, cuenta la científica chilena.
Cuentan también que es importante analizar cuáles efectos podrían tener estos deterioros en la disminución de la salud en la vejez.
“Lo que hemos descrito y el foco central de mi proyecto en curso es que esta proteasa en el envejecimiento, específicamente en la región del hipocampo, se encuentra disminuida en cuanto a su expresión y actividad. Esto podría explicar por qué en la mitocondria tenemos acumulación de proteínas anómalas, y por qué este organelo podría estar fallando”, dice Tapia.
La científica concluye que “hay diversos mecanismos involucrados, y uno de ellos es la disfunción mitocondrial. Porque para que las personas aprendan, y puedan almacenar esta nueva información y recordarla en el tiempo se necesita una alta tasa de comunicación, una alta sinapsis. Para que esta sinapsis pueda funcionar de manera correcta y las neuronas se puedan comunicar, se necesita un alto funcionamiento de las mitocondrias”.