1973. La crisis política y económica en Chile se había convertido en una presión masiva que no permitía buscar una mejor salida y el vicealmirante José Toribio Merino y Gustavo Leigh planificaron el Golpe de Estado para el 11 de septiembre, aún sin una respuesta clara y definitiva de Augusto Pinochet.
El 9 de septiembre el presidente Salvador Allende informa a los comandantes en jefe que llamaría a un plebiscito para terminar con la crisis política. Ese mismo día Leigh y Merino reciben la respuesta clara de Pinochet: contarían con él.
Ese 11 de septiembre partió temprano. Allende alertado, carga el fusil Aka 47 que le regaló Fidel Castro. El GAP lleva ametralladoras, tres RPG-7 y armas personales.
Quieren la rendición total y dan al presidente un ultimátum: Las 11 de la mañana.
Salvador Allende se dirige al país. No llamó a la violencia ni a las armas, sino más bien a la prudencia. En La Moneda Allende insiste que se quedará a pesar de que lo intentan convencer para salir: “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”.
El presidente del palacio destruido ordena a sus hombres y mujeres dejar las armas y bajar, yo lo haré último dice.
Cuenta uno de sus doctores que regresó a buscar una mascarilla anti gas, momento en que Allende apoyaba en su barbilla el fusil Aka 47 y activaba el gatillo.
Los bomberos no pudieron apagar La Moneda hasta las 16:00hrs. A las 18:00hrs se reunieron y abrazaron en la Escuela Militar los cuatro comandantes máximos, la nueva junta militar que tomaría el poder para iniciar un régimen que se extendería por 17 años.