El ex primer ministro japonés Shinzo Abe fue asesinado este viernes cuando daba un discurso en la ciudad de Nara, en el oeste de Japón.
El ex líder nipón de 67 años falleció en el Hospital de la Universidad Médica de Nara, donde recibió tratamiento médico tras el incidente.
El sospechoso del asesinato es Yamagami Tetsuya, un hombre desempleado de 41 años y exmiembro de las Fuerzas Marítimas de Autodefensa.
Abe fue el mentor del actual primer ministro de Japón, Fumkio Kishida, quien ha mantenido los principales pilares de la estrategia política de su predecesor desde que llegó al poder en octubre del año pasado.
Pese a su retirada de la primera plana, el carisma del “halcón” Abe y sus frecuentes pronunciamientos sobre temas espinosos como la reforma de la constitución pacifista nipona o las tensiones con China seguían definiendo la agenda del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), en contraste con el tono más moderado de Kishida.
El antiguo líder japonés no poseía ningún alto cargo oficial en el Gobierno ni en su partido, aunque mantenía su escaño de parlamentario, lideraba la principal facción dentro del PLD y, según los analistas de su país, manejaba los hilos de la formación conservadora.
En los últimos meses, volvió a acaparar titulares y a poner a su “protegido” Kishida en apuros con declaraciones en las que apuntaba a una intervención militar japonesa en caso de invasión china de Taiwán, o en las que se mostraba partidario a que Japón albergara armas nucleares de Estados Unidos.
Justamente, Abe dejó la jefatura del Gobierno japonés sin haber podido alcanzar su prioridad política, la de ampliar las competencias nacionales de Defensa, para lo cual sería necesario una reforma constitucional que hasta ahora no ha contado con suficiente respaldo político ni ciudadano.
La trayectoria de Shinzo Abe
Abe sirvió dos mandatos como primer ministro, convirtiéndose en el líder de Japón con más años de servicio, antes de renunciar en 2020, diciendo que había resurgido su colitis ulcerosa, el problema de salud que llevaba arrastrando desde la adolescencia.
Apoyado en el tono rompedor de su predecesor, Junichiro Koizumi, y en los principios tradicionales de su abuelo y antiguo primer ministro (1957-1960) Nobusuke Kishi, Abe entró en política en 1982 como asesor de su padre Shintaro y, desde ahí, comenzó a subir en las filas gracias a la agresividad de sus mensajes sobre las amenazas existenciales, a su entender, que países como China o Corea del Norte representaban para Japón.
Este carácter se vio perfectamente representado en su polémica visita de 2013 al santuario de guerra de Yasukuni, que China y las dos Coreas recuerdan como un símbolo del pasado militar imperial de Japón.
Abe también cultivó su amistad con el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump. Fue el primer líder extranjero en reunirse con el flamante mandatario estadounidense tras su victoria en las elecciones de 2016 y desplegó la alfombra roja durante la visita de estado del presidente a Japón en 2019.
La reaparición de su enfermedad, unida a la erosión de su figura pública tras varios escándalos (como el arresto de su exministro de Justicia) y las críticas a su gestión de los primeros meses de la pandemia le llevó a dimitir en agosto de 2020 y a renunciar a su sueño de presidir la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, aplazados finalmente a 2021.
El legado de Abe
De su legado político destaca el mayor perfil internacional que adquirió Japón bajo su mando, estrechando relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea y tratando de mejorar los lazos con Moscú, con quien Tokio mantiene disputas territoriales, aunque este acercamiento se truncó con la invasión rusa de Ucrania.
También lo fue su giro hacia una política de mano dura con Corea del Norte, con cuyo régimen Tokio había sido relativamente benévolo hasta que se confirmó en 2002 una trama de Pionyang para secuestrar japoneses que el propio Abe trató solventar como negociador jefe del Gobierno nipón, o su asociación con Nippon Kaigi, principal grupo de presión ultraconservador de Japón al que también pertenecen Kishida y muchos de los principales políticos de su partido.
Otro de sus grandes hitos fue “Abenomics”, su estrategia económica coordinada con el banco central nipón ideada para sacar a la tercera economía mundial de su largo ciclo deflacionario a base de un cuantioso gasto público y de tipos de interés ultrabajos, entre otras medidas flexibilizadoras. Pese a que Kishida apuesta por lo que define como “un nuevo capitalismo”, en la práctica su programa económico es un calco de “Abenomics”, el cual en estos momentos se encuentra más cuestionado que nunca debido a la inflación acelerada en Japón por factores externos y a su renqueante economía.