¿Cuál es el olor más rico del mundo y cuál es el peor?
La respuesta llegó con una investigación que se realizó a través de nueve culturas diversas no occidentales, las que representaban diferentes estilos de vida.
Una investigación realizada sobre la percepción a los olores dio a conocer las preferencias olfativas de las personas, como base para responder la pregunta:
¿Las personas de distintas partes del mundo tienen la misma percepción olfativa, les gustan los mismos tipos de olores, o eso es algo culturalmente aprendido?
Los resultados de esto fueron publicados en la revista Current Biology, donde se determinaron los mejores y peores olores del mundo, los que no dependen del origen cultural.
“Tradicionalmente se ha visto como algo cultural, pero podemos demostrar que la cultura tiene muy poco que ver con ello”, explicó Artin Arshamian, investigador del departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska, según señaló Emol.
La investigación se realizó a través de nueve culturas diversas no occidentales, las que representaban diferentes estilos de vida: cuatro grupos de cazadores-recolectores y cinco grupos con diferentes formas de implementar la agricultura y la pesca.
Se trataba de grupos con poco contacto con productos alimenticios o artículos domésticos: “Como éstos viven en entornos odoríferos tan dispares, como la selva, la costa, la montaña y la ciudad, captamos muchos tipos diferentes de ‘experiencias olorosas'”, detalló Arshamian.
Contrario a lo esperado, la cultura solo explicó el 6% de la variación en las clasificaciones de agradabilidad.
¿El mejor y el peor? Butirato de etilo y ácido isovalérico
El olor favorito de los participantes fue el de la vainilla, seguido del butirato de etilo, que huele a durazno.
Por el contrario, el olor menos agradable fue el de ácido isovalérico, que está en varios alimentos, como el queso, la leche de soja, el jugo de manzana y también el sudor de los pies.
Arshamian explicó que una posible razón por la que las personas consideran algunos olores más agradables que otros, es porque esos olores aumentaron las posibilidades de supervivencia durante la evolución humana.
“Ahora sabemos que existe una percepción universal de los olores que se rige por la estructura molecular y que explica por qué nos gusta o no un determinado olor”, prosigue el investigador, para quien “el siguiente paso es estudiar por qué esto es así vinculando este conocimiento a lo que ocurre en el cerebro cuando olemos un olor concreto”.
