Todos los 29 de marzo se conmemora el Día del Joven Combatiente, fecha donde se recuerda el asesinato de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo (de 18 y 20 años respectivamente), el cual ocurrió en 1985.
Según el informe oficial la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig), el hecho ocurrió en manos de agentes del Estado, por lo que la fecha es considerada hasta hoy como un momento de reflexión y movilización a favor de la verdad de las violaciones a Derechos Humanos, cometidas durante la dictadura de Augusto Pinochet.
El doble asesinato ocurrió en la comuna de Estación Central, región Metropolitana, cuando un grupo de carabineros disparó a los hermanos Vergara Toledo, quienes eran militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
En una primera versión los uniformados habían dicho que ambos fueron sorprendidos en el robo de un almacén, razón por la que les dispararon, pero luego vinieron contradicciones ya que no hubo denuncias sobre el robo.
Esto hizo que la familia de los jóvenes presionara para que se revelara la verdad, y con el Informe oficial la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig), se pudo concluir que Rafael Vergara Toledo “fue ejecutado por agentes estatales estando ya herido y en poder de quienes lo mataron, en violación de sus derechos humanos”.
Para el caso de Eduardo no se pudo concretar la causa del ataque contra él, pero el informe considera que “pereció víctima de la situación de violencia política“.
Este mismo día se produjo el secuestro y posterior asesinato de los profesores víctimas del Caso Degollados, por lo que se producen distintos tipos de manifestaciones en las principales ciudades del país.
Las principales concentraciones de personas se dan en el sector de Villa Francia, Estación Central, donde vivían los hermanos Vergara Toledo y donde aún reside parte de su familia.
La madre de ambos, Luisa Toledo, falleció el 6 de julio del año pasado, siendo recordada como “una mujer inclaudicable, sempiterna e imprescindible“, quien desde lo sucedido dedicó su vida a luchar por la justicia social de sus hijos Eduardo, Rafael y Pablo, este último también asesinado tres años después.