A 19 años de la tragedia del Columbia: Los minutos finales de los siete tripulantes que sabían que iban a morir
Los astronautas estuvieron 15 días en el espacio realizando tareas científicas. La misión cumplió con cada uno de sus objetivos. Pero a 16 minutos de aterrizar algo comenzó a salir mal.
Una de las tragedias espaciales que ha vivido la humanidad fue el accidente del transbordador espacial Columbia, que terminó la muerte de siete astronautas, el sábado 1 de febrero de 2003.
Los astronautas estuvieron 15 días en el espacio realizando tareas científicas. La misión cumplió con cada uno de sus objetivos. Pero a 16 minutos de aterrizar algo comenzó a salir mal.
La misión número 28 del transbordador espacial Columbia (el primer vuelo fue en 1981) estaba por llegar a su fin. Pero apenas ingresó a la atmósfera algo salió mal. Los indicadores en las pantallas del centro de Houston empezaron a mostrar algunos datos fuera de los parámetros. Pronto, demasiado pronto, esos números y gráficos fueron alarmantes. Cuando quisieron comunicárselo al comandante de la nave, la comunicación se interrumpió.
En la sala de control, en Houston, ya estaba claro lo que había sucedido, pero aún no entendían por qué esto paso. Lo único que estaba claro es que, y que pocos minutos fue confirmado, fue que el Columbia se había desintegrado en el aire.
Una lluvia de escombros hirvientes cayó sobre Texas y sobre otros estados cercanos. Decenas de miles de piezas. Algunas del tamaño de una moneda, otras del de un auto pequeño. Una lluvia sucia, pesada, oscura, de restos de la nave espacial.
Si bien durante horas los periodistas especularon lcon la posibilidad de un atentado terrorista. Había pasado menos de un año y medio del 11/9. Esa versión fue descarta debido a que había existido un problema con el funcionamiento del transbordador.
Para descartar los rumores, el presidente George Bush dio una conferencia de prensa. “Este día trajo noticias terribles y una enorme tristeza a nuestro país. A las 9 de la mañana, el Centro de Control de Houston perdió contacto con el transbordador espacial Columbia. Poco después, escombros y restos fueron vistos caer sobre Texas. El Columbia está perdido. No hay sobrevivientes”, afirmó el entonces mandatario.
“La causa por la que los astronautas murieron continuará. Nuestro viaje por el espacio seguirá”, afirmó Bush.
La tripulación del Columbia
La tripulación la integraban cinco hombres y dos mujeres. En ella viajaban por primera vez al espacio un israelí y una científica proveniente de India. Las tareas científicas ocuparon todo el tiempo del periplo. Se dividieron en dos grupos para poder trabajar las 24 horas. Las imágenes de la cabina muestran a un equipo feliz por poder participar de esa odisea espacial. La última de ellas es de apenas un cuarto de hora antes del desastre.
Como en tragedias anteriores dentro del programa espacial, del Apolo I al Challenger, la NASA volvió tras sus pasos, detuvo el programa por casi dos años e investigó cada procedimiento y cada componente de la nave para poder determinar de manera fehaciente qué fue lo que ocasionó la falla fatal.
Horas después de que el Columbia iniciara su misión, las imágenes del lanzamiento mostraron que un panel de goma espuma de los que recubrían los tanques de propulsión para que no se congelaran, se desprendió y golpeó en el ala derecha del transbordador.
Al día siguiente analizando otras filmaciones los expertos pudieron ver mejor el impacto. Sin embargo, las imágenes no tenían la nitidez de las actuales y era difícil comprobar si habían ocasionado algún tipo de daño. Pero el incidente fue minimizado por dos motivos. Por un lado, desde el inicio del programa del Columbia, 22 años antes, en cada lanzamiento pequeños fragmentos de esa goma protectora se desprendieron.
Había al menos ocho informes que lo certificaban y que llamaban la atención sobre ese evento. Pero al no haber producido antes ningún daño no se consideró riesgosa a la situación.
Por el otro lado, los directores del programa consideraron que si existía algún daño en el exterior de la nave era imposible que ese desperfecto fuera reparado por los astronautas en medio de la misión por lo que era inútil advertirlos de la situación y preocuparlos.
Uno de los ingenieros, años después, contó que alertó a sus superiores de la posibilidad de un daño grave y que la respuesta que recibió fue: “No podemos hacer nada. Si les decimos dejarán de disfrutar su misión y no sabemos si ocurrirá algo cuando reingresen”.
Posteriormente determinaron que ese bloque de goma no pegó en las partes blandas del ala, las que a priori los expertos consideraban más vulnerables. Sino en unas juntas que creían que eran prácticamente indestructibles. El impacto abrió una brecha diminuta de unos 12 centímetros de largo y casi diez de profundidad. Esa pequeña herida, esa abertura en el ala provocó la tragedia.
El día de la tragedia del Columbia
Cuando el Columbia reingresó a la atmósfera por ahí entraron gases calientes que destruyeron el ala, lo que volvió a la nave inestable y por la velocidad que traía se fue desintegrando y destruyendo progresivamente.
La tripulación advirtió el problema pero no tuvo tiempo para hacer nada. Algunos no habían llegado a ponerse el casco, otros los guantes. El comandante comenzó las maniobras para intentar tomar el control de la nave pero todo fue inútil. No había nada que hacer.
La tragedia se cobró la vida del comandante Rick Husband, el piloto Willie McCool, el comandante de carga Michael Anderson, y los especialistas David Brown, Kalpana Chawla, Laurel Clark e Ilan Ramon, el primer astronauta israelí.
Las pericias posteriores determinaron que la violenta despresurización acabó con los siete astronautas en cuarenta segundos. Pero si eso no los hubiera matado hubo otras cuatro instancias a las que no habrían sobrevivido. Al perder el control del aparato y girar sin control, descubrieron posteriormente que las medidas de seguridad eran escasas.
Los cinturones sostenían la parte inferior del cuerpo pero no sus troncos y brazos que se movían espasmódicamente por la gravedad y la tremenda velocidad, golpeando sin control, lo que les produjo fracturas múltiples y lesiones irreversibles en la columna.