“Vaxxers”: El libro de las científicas creadoras de la vacuna de AstraZeneca

La científicas detrás de la vacuna de AstraZeneca

FOTO: LEWIS KHAN

Catherine Green y su colega Sarah Gilbert relatan su frenética carrera para obtener esta inyección ante la amenaza del coronavirus.

“Vaxxers” se llama el libro de la editorial Hodder & Stoughton en el que la científica británica Catherine Green y su colega Sarah Gilbert  relatan su frenética carrera para obtener la vacuna de AstraZeneca contra el coronavirus.

Tal como sostiene el texto, Green estaba recién divorciada y a cargo de su hija cuando llegó la pandemia. En un día de camping,  detalló a su interlocutora los ingredientes reales del fármaco. “Yo no soy eso que les inquieta: una élite global, en busca de poder y control. No tengo el número de teléfono de Bill Gates. No sé cómo poner un nanorrobot rastreador en una vacuna. Solo soy Cath, la hija de un trabajador portuario, haciendo lo mejor que puedo con mis conocimientos y mis compañeros, y echando de menos abrazar a mis padres, como cualquier otra persona”. 

La científica es la jefa de la fábrica de medicamentos experimentales de la Universidad de Oxford. Y Sarah Gilbert es una de las principales vacunólogas de la institución.

 “No somos la industria farmacéutica ni somos un ‘ellos’. Somos dos personas normales que, junto a un equipo de otras personas muy trabajadoras, hicimos algo extraordinario”, reflexionó Gilbert. “No tenemos sirvientes ni chófer ni niñera y, como los demás, tenemos otros asuntos en nuestras vidas”, aseveró.

El 10 de enero de 2020,Gilbert junto a la inmunóloga Teresa Lambe diseñaron la vacuna en cuanto se publicó el genoma del nuevo coronavirus y la mayoría de la humanidad ni siquiera había oído hablar de esta amenaza.

De hecho, Gilbert recuerda aquel 1 de enero, cuando, en su casa, leyó que había cuatro casos de una neumonía desconocida en la ciudad china de Wuhan. Ante esto, tomó nota mentalmente y se fue a la cocina a hacer un puzle con su marido y sus tres hijos. A medida que pasaban los días, decidió diseñar cuanto antes una vacuna “por si acaso”.

El inicio de la vacuna de AstraZeneca

La vacuna de Oxford estaba casi hecha. De hecho el equipo de Gilbert levaba desde 2012 utilizando adenovirus del resfriado del chimpancé como vehículo para introducir en el cuerpo humano material genético de otros virus y generar defensas.

De hecho los investigadores ya habían elaborado vacunas experimentales contra la gripe y contra otro coronavirus, el del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés).

Solo había que añadir a la fórmula la información genética del nuevo virus, que llegó a su buzón de correo electrónico el 11 de enero, un sábado por la mañana. Todavía en pijama, Teresa Lambe se puso a trabajar en su casa. En 48 horas, Gilbert y Lambe habían escogido el fragmento de la secuencia del virus idóneo para ser el ingrediente principal de una vacuna. El 22 de enero, Gilbert reclutó a Green para fabricar el medicamento y ensayarlo en humanos.

La financiación de la vacuna

En “Vaxxers” las científicas comentan cómo logaron financiar la vacuna. “Somos las únicas que podemos hacer esto, así que tendremos que hacerlo y arreglar después el tema del dinero”, afirmó Gilbert en una reunión. Sobre la mesa de su despacho hay una taza con el lema: “Keep calm and make vaccines” (mantén la calma y haz vacunas).

El equipo decidió meterse en gastos que no podían asumir, confiando en que llegaría dinero en algún momento. “Pediríamos perdón, no permiso”, resume Gilbert en el libro. A medida que la humanidad se percataba de la que se venía encima, fue llegando la financiación.

Los primeros en financiar la inyección fue La Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias —la CEPI, fundada por los gobiernos de Noruega e India, la Fundación Bill & Melinda Gates, el Wellcome Trust y el Foro Económico Mundial— puso los primeros 300.000 euros (US$ 351.528).

En marzo, la Agencia de Investigación e Innovación del Reino Unido puso otros 2,35 millones de euros ( US$2.753.636) . El 21 de abril, el Gobierno británico añadió 23,5 millones de euros ( US$27.536.360 ). Y EE. UU acabó poniendo más de 1.000 millones de euros (US$1.171 millones)  para acelerar los ensayos.