Cuando el pasado noviembre Rusia anunció que su vacuna contra el coronavirus tenía una eficacia del 92%, la noticia fue acogida con esperanza pero también con mucho escepticismo.
La privacidad que rodeó a los ensayos clínicos y la prisa que criticó parte de la comunidad científica no inspiraban mucha confianza, ni siquiera en los propios rusos.
A tres meses de aquel anuncio, las cosas parecen haber cambiado en gran medida.
De a poco los rusos comienzan a confiar en su vacuna y recientemente su eficacia fue respaldada por la prestigiosa revista médica británica The Lancet.
Muchos países, en especial en América Latina, tocan las puertas de Rusia para negociar grandes cantidades de dosis, y el país no ha tardado en responder y ofrecer su apoyo.
Josep Borrell, alto representante de Política Exterior y Seguridad de la UE, aseguró recientemente que la aprobación para su uso de la inyección por parte de la Agencia Europa del Medicamento -en fase aún preliminar- “sería una buena noticia, porque como saben nos enfrentamos a una escasez de vacunas”.
Creación muy rápida
En agosto de 2020 Rusia anunció que el el Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología estaba desarrollando una vacuna contra el coronavirus.
La televisión presentó este hecho como una prueba del liderazgo científico del país, igual que cuando se anunció el lanzamiento del primer satélite hecho por el hombre hace 60 años.
¿El nombre de ese satélite? El mismo que la vacuna: Sputnik.
A pesar de los anuncios de que la inyección era tan eficaz como las estadounidenses Pfizer y Moderna, ambas con porcentajes de protección superior al 90%, los rusos no acudieron de inmediato cuando inició la inoculación en masa en diciembre.
Al comienzo de la campaña había mucho temor por la forma tan rápida en que se había creado la vacuna y además, ni el presidente Vladimir Putin se había vacunado, por lo que no existía mucha confianza.
Aumento progresivo de la confianza
La confianza aumentó después de los datos de efectividad publicados en The Lancet, aunque siguen sin estar disponibles algunos de los ensayos clínicos y hay muchas preguntas que el Centro Nacional Gamaleya debe responder.
Los más críticos acusan a los científicos de no ser completamente transparentes, pero el apoyo de The Lancet es un gran impulso de optimismo para la distribución de Sputnik V a nivel mundial.
También debe tenerse en cuenta que, aunque no requiere las temperaturas extremas de conservación de Pfizer, sí necesita guardarse a temperaturas bajas, de alrededor de 8°C, y esto puede dificultar su distribución, como de hecho sucede fuera de las grandes ciudades en Rusia.
Oportunidad para Latinoamérica
Mientras que las primeras vacunas, como las de Pfizer, Moderna y Oxford-AstraZeneca, recibían el visto bueno de las autoridades médicas y comenzaban a distribuirse e inocularse, el optimismo se apoderaba de los países más ricos, que comenzaban a verse más cerca de superar la pandemia.
Sin embargo, las farmacéuticas han experimentado notorias interrupciones en la distribución, especialmente evidentes en la UE, que hace unas semanas se involucró en una sonada disputa con AstraZeneca tras acusarle de incumplir los plazos de entrega de vacuna.
Por lo tanto, Rusia se puede ver beneficiada por esto, ya que es una potencia oportunista y ha visto que mientras EE. UU. y la UE priorizan abastecerse a sí mismos y son incapaces de proveer a países menos desarrollados, puede aprovechar de llevar la vacuna a estos territorios.
El gobierno ruso reporta que muchas de las ocho millones de dosis ya fabricadas se enviarán a aquellos países que las ordenaron hace unos meses.
Una docena de países ha mostrado su interés. Entre ellos se encuentran aliados de Moscú, como Hungría e Irán, y también un buen número de estados latinoamericanos como México, Paraguay, Venezuela y Colombia.
En Argentina y Bolivia, de hecho, ya se ha empezado a inocular a la población con el compuesto ruso.
Por su parte, Chile llegó a un acuerdo para traer esta vacuna. Solo falta esperar la aprobación del Instituto de Salud Pública de Chile (ISP).