Era 1981 y el matrimonio entre Diana Spencer de 20 años y el príncipe Carlos, de 32 años, paralizó al mundo.
Inglaterra salió a las calles a ver cómo se materializaba este cuento de hadas entre una mujer que no provenía de la realeza y el príncipe más codiciado de la época. El evento además fue televisado y lo vieron 750 millones de personas en todo el mundo.
Nadie quería perderse los detalles del matrimonio entre esta joven rubia, de grandes ojos azules, profesora de jardín infantil que solo había visto al príncipe unas 13 veces antes de casarse, y el heredero a la Corona que por fin sentaba cabeza después de varios años de una vida alocada y llena de mujeres.
Diana llegó a la catedral de San Pablo, tal cuento de Disney. En una carroza, con una tiara brillante sobre la cabeza y una cola tan larga, que apenas cabía en el carruaje. El excesivo vestido diseñado por los emergentes David y Elizabeth Emanuel, fue la tendencia en novias por el resto de los 80s y principios de los 90s.
Como contó, Tina Brown, exdirectora de Vanity Fair y biógrafa de Diana. “[El vestido] era el culmen de sus fantasías de princesa. Insistió mucho en su petición de contar con mangas voluminosas, sedas flotantes, una cola de tafetán de casi 8 metros, centura ceñida y encaje antiguo bordado con perlas y lentejuelas”.
Sobre ese día Diana dijo “fue como estar en el paraíso, algo asombroso, maravilloso, aunque estaba tan nerviosos cuando me dirigía al altar que puedo jurar que oía el ruido que hacían mis rodillas al entrechocar”.
No fue un cuento de hadas
Años después Diana no volvió a repetir sus memorias de cuento de ese día. Cuando Lady Di y Carlos ya estaban separados, Diana confesó que “ese fue el peor día de mi vida” y que al despertar se sentía como “un cordero rumbo al matadero”.
Con los años se supo que efectivamente no fue así. El corazón de Carlos pertenecía a otra y de eso tuvo certeza Diana pocos días antes de casarse cuando encontró una pulsera de oro grabada con las letras G y F., lo que relacionó con un ramo de flores que había visto semanas antes en cuya tarjeta figuraba el mensaje “para Gladys de Fred”, los alias que usaban Camila y Carlos.
El estado de ánimo de Diana después de este descubrimiento no lo pudo disimular en sus apariciones públicas.
En el último ensayo del matrimonio en la Catedral, Diana se desmayó y el día antes de la boda real, tuvo un grotesco ataque de bulimia.
En el libro “Diana: Su Verdadera Historia” escrito por Andrew Morton, Diana confiesa, “de camino al altar vi a Camilla con un casquete con velo gris pálido. Vi cada detalle. Lo recuerdo perfectamente”.
El resto de la historia es conocida. No fueron felices, tuvieron dos hijos, se divorciaron. Y la vida de Lady Di terminó de manera trágica un 31 de agosto de 1997.