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Tres razones para dejar de preguntarles a los niños qué quieren ser cuando grandes

“Mejor, invítalos a que piensen qué tipo de persona quieren ser”, recomienda Adam Grant, doctor en psicología organizacional.

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8 Abril, 2019

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Muchas veces resulta extraño cuestionarse algunas prácticas parentales que parecen inofensivas. Por mucho tiempo hemos visto que algunas costumbres de padres y madres se repiten por generaciones, tanto que pasan a ser una especie de tradición. Así sucede con la típica pregunta “¿qué quieres ser cuando grande?”. 

En un artículo de The New York Times, el psicólogo organizacional, Adam Grant, escribe tres grandes razones que lo llevan a afirmar que hay que dejar de plantear esta pregunta a los hijos. “Me he convencido de que preguntar a los jóvenes qué quieren ser les perjudica”, confiesa.

“Mi primer problema con la pregunta es que obliga a los niños a definirse en términos de trabajo. Cuando te preguntan qué quieres ser de grande, no es socialmente aceptable responder “un padre” o “una madre” ni mucho menos “una persona íntegra”. Esta podría ser una de las razones por las que aunque muchos padres dicen que el valor que más les importa que sus hijos tengan es la consideración por los demás, los hijos creen que el éxito es más apreciado”, analiza el doctor de la Universidad de Michigan y autor de diversas publicaciones.

Grant advierte, al mismo tiempo, que “cuando usamos nuestros empleos para definirnos, nuestra valía depende de lo que logremos”. Lo que lo lleva a identificar un segundo problema, que tiene que ver con la idea de que las personas tienen una sola vocación. “La búsqueda de una vocación hace que los estudiantes se sientan perdidos y confundidos”, afirma basándose en este estudio. 

“Aunque tengas la fortuna de encontrarla (vocación), tal vez no sea una carrera profesional viable. Las vocaciones con frecuencia son ignoradas. Muchas pasiones no rinden lo suficiente para pagar las cuentas y muchos de nosotros simplemente no tenemos el talento necesario para perseguirlas”, asegura citando una investigación en la que participó.

Finalmente, el tercer problema que este especialista en psicología advierte es que las profesiones rara vez cumplen con las expectativas que tenemos sobre ellas en la infancia. Para graficarlo, Grant recurre a un artículo que dice que los estudiantes universitarios de último año se sienten ansiosos, estresados, abrumados y deprimidos al momento de buscar el trabajo ideal. Asimismo, recuerda que “la felicidad equivale a la realidad menos las expectativas”, por lo que “si estás buscando la dicha, seguro te desilusionarás”.

“La ventaja de las expectativas modestas es que eliminan la brecha entre lo que queríamos y lo que obtuvimos (…) Preguntarles a los chicos qué quieren ser hace que asuman una identidad profesional que tal vez nunca les interese. Mejor, invítalos a que piensen qué tipo de persona quieren ser, y todas las cosas que les gustaría hacer”, finaliza.

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