En los últimos años, el calentamiento global es un tema recurrente e implica un desafío para la humanidad poder mitigarlo a través de acciones concretas.
Al respecto y uno de los temas que se ha debatido en este último tiempo es la producción de alimentos de origen animal, lo que ha generado diversos cuestionamientos por su aporte a la contaminación en el planeta, pero ¿sirve realmente disminuir el consumo de carne para mitigar los efectos del calentamiento global?
Un grupo de investigadores españoles pertenecientes a Red Remedia, dedicados a la mitigación del calentamiento global en la agricultura y ganadería, intentaron responder esta pregunta en su último trabajo.
Para esto determinaron tres puntos principales:
- Precisar en cómo contribuye al cambio climático todo el proceso de productos de origen animal, comparado con otros alimentos y sectores.
- Valorar si es efectivo o no reducir el consumo de estos productos.
- Aclarar si existen diferencias de emisiones entre distintos tipos de producciones animales.
Emisiones: directas e indirectas
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) estima que las emisiones provenientes de animales de forma directa corresponden a 2.300 millones de toneladas al CO₂ a nivel mundial, según su Modelo de Evaluación Ambiental de la Ganadería Mundial, para el cual usaron cifras de 2010.
Las “emisiones directas” se refieren a las procedentes de los animales y sus excreciones, y las “emisiones indirectas” consideran la obtención de su alimento, uso de maquinarias y calefacción de granjas.
Como el alimento no siempre se produce en el país de origen, puede no aparecer en el inventario.
La FAO estima que las emisiones indirectas duplican las directas, lo que sitúa a los productos de origen animal con un 14.5% a nivel mundial, con 7.100 millones de toneladas de CO2.
Rigurosidad para contar emisiones
Para medir estos residuos se utilizan los “inventarios de emisiones”, pero estos no siempre reflejan el impacto climático.
En Chile, esto lo realiza el Sistema Nacional de Inventarios de Gases de Efecto Invernadero, cuyos datos fueron actualizados en 2017, pero solo incluyen información hasta el año 2013.
Según lo anterior, las emisiones totales de Gases de Efecto Invernadero (GEI) situaron a la Agricultura en el segundo lugar con 12,5%, antecedido del sector energía que representa un 77,4%.
Sin embargo, este inventario no determina la contribución de un sector completo en la emisión de GEI.
Estas deben cuantificarse sumando las emisiones generadas en todas las etapas de la producción de un producto o servicio, lo que se conoce como “Huella de Carbono”.
Ritmo de mejora insuficiente
El informe de IPCC Global Warming of 1.5 °C indica que es necesario reducir el CO₂ emitido por la quema de combustibles fósiles y las emisiones procedentes de la agricultura.
Algunas posibilidades para mitigarlas son:
- Optimizar la cría de animales en las granjas.
- Limitar los procesos por los cuales se originan las emisiones.
- Reducir las pérdidas asociadas al desperdicio alimentario.
Las evidencias científicas dicen que el ritmo actual de mejora no será suficiente, ya que la producción de carne puede tener cada vez una menor huella de carbono, pero el total de emisiones no se reducirá debido al aumento de la demanda global.
Otras estrategias
Los científicos señalan que se puede reducir el consumo de productos con una elevada huella de carbono (los que suelen ser de origen animal) y sustituirlos por otros con menor huella que mantengan el aporte nutricional.
Esto genera controversia a nivel mundial, ya que se debe tener en cuenta un enfoque regional para cada tipo de población.
Si bien, reducir el consumo de productos de origen animal es efectivo, se debe considerar qué tipo de producto animal conviene disminuir por motivos climáticos.
La mayor parte de la huella de carbono no está asociada a la cría de los animales, sino a la obtención de su comida, la que también podría emplearse para alimentar a la población.
Conclusiones finales
En la mitigación del cambio climático se deben considerar estrategias conjuntas, pues no es efectivo centrarse solo en una.
Las mejoras ambientales asociadas a reducir el consumo de productos de origen animal son evidentes, pero se debe seguir trabajando para reducir aún más las emisiones de la ganadería, tanto de consumo como de producción, con una estrategia que tenga en cuenta los impactos y beneficios asociados.
Por tanto, disminuir el el consumo y la producción de productos de origen animal no son la solución al cambio climático por sí sola, pero sí deben ser parte de ella de forma coordinada, regionalizada y basada en evidencias científicas.