Según indican informes de la OCDE, “para algunos estudiantes, la escuela es un lugar de tormento”. Así lo respaldan sus cifras obtenidas en el 2015, las que señalan que al menos un niño de cada clase, de cada colegio, de cada país incluido en la OCDE, es golpeado o empujado por sus compañeros. Asimismo, la Unesco estima que cada año hay 246 millones de niños y adolescentes víctimas de acoso escolar.
Ante esta problemática global, el Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia encargó a un grupo de investigadores desarrollar un programa global contra el bullying que se hiciera cargo tanto de la prevención como de la intervención. Fue así como nació KiVa, una herramienta que trabaja las emociones de los alumnos con lecciones mensuales y juegos de ordenador.
El programa finlandés cuenta con la particularidad de que, mientras la mayoría de iniciativas contra el bullying se centraban en los victimarios o la víctima, pusieron la atención en un elemento clave: el público. Las humillaciones del acosador solo tenían sentido si había una audiencia que las aplaudía, explica a El País Christina Salmivalli, profesora de Psicología de la Universidad de Turku en Finlandia, que ha pasado los últimos 25 años investigando sobre el acoso escolar y su prevención.
“Los investigadores están de acuerdo en que una de las principales razones del acoso escolar es la gran necesidad de estatus, visibilidad y dominio de algunos estudiantes”, dice la experta, quien agrega que con el abuso sobre los estudiantes de menos poder, otros demuestran su estatus y la respuesta del grupo, generalmente, lo refuerza.
También explica que este programa “se basa en la idea de que el cambio positivo en el comportamiento de la clase puede reducir la recompensa que obtienen los acosadores del bullying y por tanto, su motivación para acosar”.
¿Cómo funciona?
KiVa sugiere dos tipos de acciones: generales y específicas. Por un lado, las generales apuntan a toda la clase como herramienta de prevención, y se aplican como lecciones mensuales en tres cursos (primero, cuarto y séptimo), en donde “los estudiantes aprenden sobre las emociones, el respeto en las relaciones, la presión de grupo y lo más importante, sobre lo que ellos podrían hacer para acabar con el bullying”, revela Salmivalli.
“Hacemos varias actividades mediante las que los estudiantes aprenden a apoyar a los compañeros vulnerables y contribuyen a la inclusión de cada uno y al bienestar del grupo”, aclara Salmivalli.
Por otro lado, las acciones específicas se activan cuando ocurre un caso de acoso escolar. Ante esa situación, entra en juego un equipo de profesores y funcionarios, quienes hablan con víctima y victimario y siguen la evolución de las agresiones. También se designa a un tutor, que entre otras funciones, se acerca a alumnos considerados populares en la clase para que apoyen a la víctima.
Este proyecto pretende implementarse dentro del currículum de la educación de Finlandia, y tras ser probado en 234 colegios con 30.000 estudiantes, aseguran que acabó con el acoso en un 79,4% de los casos.