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4 cartas notables para el día de la carta

De esas misivas que han marcado la historia, que conmueven, que destacan tiempos y espacios. Cartas que, aunque son cada vez menos enviadas, siempre es grato recibirlas y más aún, leerlas.

Por:

9 Octubre, 2018

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Este 9 de octubre es el International Letter Writing Week, una celebración internacional de correos y sus empleados que se conmemora por la creación fundación de la Unión Postal Universal (UPU) durante esta semana de octubre.

Para celebrar a este documento ya casi extinto, reunimos 4 cartas notables para leer y escuchar en la voz de Bárbara Espejo:

Elvis le hace una propuesta a Nixon

“Estimado señor presidente:En primer lugar me gustaría presentarme. Soy Elvis Presley y le manifiesto mi admiración y el profundo respeto que me merece su cargo. Hace tres semanas hablé con el vicepresidente Agnew en Palm Springs y le transmití mi preocupación por nuestro país. La gente del mundo de las drogas, los hippies, los Panteras Negras, etc., no me consideran su enemigo o, como lo llaman ellos, el establishment. Yo lo llamo América y lo amo. Señor, puedo ayudar a mi país, y para ello haré cuanto esté en mi mano. No tengo otras inquietudes o motivos que no sean ayudar a mi país. Así pues, no deseo recibir título ni nombramiento alguno. Puedo hacer mássi actúo como agente federal por mi cuenta, y echaré una mano a mi manera, comunicándome con personas de todas las edades. Antes que nada soy artista, pero sólo necesito una acreditación como agente federal. Señor, me alojaré en el Washington Hotel, habitación 505-506-507. Me he registrado bajo el nombre de Jon Burrows, y estaré aquí durante el tiempo que haga falta para conseguir las credenciales de agente federal. He estudiado a fondo
el consumo de estupefacientes y las técnicas comunistas de lavado de cerebro. Estaré encantado de echar una mano siempre, y cuando lo mantengamos en secreto.
Que me llame alguien de su equipo, o quien usted quiera, a cualquier hora del día de hoy, esta noche o mañana.
Le enviaré una breve autobiografía mía para que entienda mejor esta proposición. Me encantaría que nos viéramos para poderlo saludar, si no está demasiado ocupado.
Con mis respetos,Elvis Presley
P.D.: Tengo un regalo personal para usted que me gustaría entregarle. Puede aceptarlo o se lo puedo guardar yo hasta que lo desee”

La propuesta que le hizo un día Elvis al presidente Nixon

Leonard Cohen y Marianne Ihlen

“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino.”

Dos días después, el 28 de julio, Marianne pierde la conciencia y muere. Mollestad le escribió al músico y poeta de los mismos 81 años que ella para contarle que su carta había llegado a tiempo

“Estimado Leonard: Marianne cayó en un sueño muy lentamente que la sacó de esta vida ayer por la noche. En total tranquilidad, rodeada por amigos cercanos. Tu carta llegó cuando todavía podía hablar y reír con completa conciencia. Cuando la leímos en voz alta, sonrío de la manera como sólo Marianne puede hacerlo. Elevó su mano, cuando mencionaste que estabas justo detrás de ella, tan cerca como para alcanzarla.
Le causó una tranquilidad profunda saber que conocías su estado. Y tu bendición para su viaje le dio una fortaleza extra.  Los que vimos lo que este mensaje significó para ella te agradecemos profundamente por responder tan rápidamente, con tanto amor y compasión.
Durante su última hora, tomé su mano y tarareé BirdontheWire, mientras ella respiraba tan ligeramente. Y cuando abandonamos la habitación, después de que su alma hubiese volado por la ventana en busca de nuevas aventuras, besamos su rostro y susurramos tus eternas palabras: So long, Marianne.”

So long Marianne. El fin de la historia de amor entre Leonard Cohen y Marianne Ihlen

De Mark Twain a Walt Whitman (335)

A Walt Whitman:
Has vivido exactamente los 70 años más grandiosos a la historia del mundo y los más ricos en beneficios y progreso para los pueblos. Estos 70 años han hecho más por ampliar el intervalo que separa al hombre y a los demás animales que los cinco siglos precedentes.
¡Qué grandes nacimientos has presenciado! La plancha de vapor, los barcos de vapor, los buques de acero, el tren, la desmontadora de algodón, el telégrafo, el fonógrafo, la fotografía, los fotograbados, la electrotipia, la luz de gas, la luz eléctrica, la máquina de coser, los asombrosos, infinitamente variados e innumerables productos del alquitrán, las últimas y más extrañas maravillas de una edad maravillosa. Y has visto nacimientos aún más grandes que ésos; porque has visto la aplicación de la anestesia en las prácticas quirúrgicas, gracias a la cual el dolor, que empezó al crearse la primera vida, llegó a su fin para siempre en esta tierra; has visto la liberación de los esclavos, has visto la prohibición de la monarquía en Francia y su reducción en Inglaterra a una maquinaria con una imponente exhibición de diligencia y atención al negocio, pero desconectada de los trabajos verdaderos. Sí, desde luego has visto mucho, pero quédate un poco más, porque lo más grande aún está por llegar. Espera 30 años y entonces ¡échale un vistazo a la tierra! Verás cómo se suma una maravilla tras otra a esas cuyo nacimiento has presenciado ya; y bien conspicuo por encima de todas ellas verás su formidable Resultado: el Hombre, por fin, casi en su mayor estatura… y creciendo, creciendo sin parar ante tus ojos. En ese día, aquel que tenga un trono, o un privilegio de oropeles que su vecino no puede alcanzar, hará bien en buscar unas zapatillas y prepararse para bailar, porque va a sonar la música. ¡Aguanta y verás todo eso! Te ofrecemos esta oportunidad entre 30 que te honramos y queremos. Entre todos sumamos 600 años, sanos y buenos, disponibles en el banco de la vida. Quédate tú con 30 el regalo de cumpleaños más lujoso jamás hecho a un poeta en este mundo y siéntate a esperar. Espera hasta que veas una gran figura que aparece y atrapa el brillo lejano del sol en su estandarte;entonces podrías partir satisfecho, sabiendo que has visto a aquel por quien se hizo la tierra y aquel que proclamará que el trigo de la humanidad vale más que tustareas y procederá a organizar los valores humanos a partir de esa base.
Mark Twain

Entre enormidades: De Mark Twain a Walt Whitman

Por qué explorar el espacio (1970)

Estimada hermana Mary Jucunda:

Su carta era una de las muchas que recibo a diario, pero me ha conmovido más que el resto porque procede de las profundidades de una mente inquieta y un corazón compasivo. Trataré de responder su pregunta de la mejor manera posible.
Antes de intentar describir con mayor detalle cómo contribuye nuestro programa espacial a la solución de los problemas de nuestro planeta, me gustaría contar brevemente una historia supuestamente real que tal vez sirva para reforzar este argumento. Hace alrededor de 400 años había un conde que vivía en una pequeña ciudad de Alemania y donaba a los más pobres del lugar gran parte de sus ingresos. Un día conoció a un hombre que tenía un pequeño laboratorio en casa al que dedicaba las pocas horas que el trabajo le dejaba. Entre otras cosas, pulía ahí pequeños trozos de vidrio que luego montaba en tubos y le permitían ver con detalle los más pequeños objetos y criaturas. Fascinado, el conde con el poderoso aumento invitó a ese hombre a instalarse con el laboratorio en su castillo y consagrar su vida al desarrollo de sus artilugios ópticos.
Los ciudadanos, se enfadaron cuando se dieron cuenta de que el conde estaba malgastando su dinero, según pensaban ellos, en un artificio que no servía para nada, mientras ellos sufrían por las pestes y las miserias. Pero el conde mantuvo su decisión: “Os doy todo cuanto me pueda permitir –aseguró-, pero también apoyaré a este hombre y su trabajo, porque sé que algún día saldrá algo de él”.
Y en efecto, de este trabajo salió algo muy bueno: el microscopio. Es de sobra conocido que el microscopio ha contribuido más que cualquier otro invento al avance de la medicina, y que la erradicación de la peste y de muchas otras enfermedades contagiosas en casi todo el mundo se debe en gran medida a estudios que el microscopio hizo posibles.
La misión espacial desempeña exactamente este papel. Es evidente que el viaje a Marte no será una fuente directa de alimentos para los hambrientos. Así y todo, gracias a él se desarrollarán tantas tecnologías y competencias nuevas que los beneficios derivados superarán con creces el coste de su implementación.
Aunque da la impresión de que nuestro programa espacial nos aleja de la Tierra para acercarnos a la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas, no creo que ninguno de estos cuerpos celestes sea objeto de tanta atención y estudio por parte de los científicos espaciales como nuestro planeta, que acabará haciendo un planeta mejor, no sólo por todos los nuevos conocimientos tecnológicos y científicos que aplicamos para mejorar la vida, sino también porque nuestra valoración de la tierra, de la vida y del hombre se está volviendo mucho más profunda.
Con mis mejores deseos para usted y para sus niños.

Atentamente,

Ernest Stuhlinger, director adjunto de Ciencia

¿Por qué explorar el espacio?

De Katheryn Hepburn a Spencer Tracy (1985)

“Querido Spence:

A quién se le iba a ocurrir que yo te escribiría una carta. Moriste el 10 de junio de 1967. Caramba, Spence. Han pasado 18 años. Es mucho tiempo. ¿Eres feliz por fin? ¿Te estás tomando un descanso bien largo? A ver si compensas todos los líos, las vueltas que diste en  la vida. Mira, yo nunca te creía cuando decías que no podías dormir. Pensaba: bueno, seguro que algo duermes. Si no, estarías muerto. Agotado. Pero luego me acuerdo de aquella  noche en que.. AY, no sé, estabas muy inquieto. Y te dije: Pasa, acuéstate. Yo me tumbaré en el suelo y te hablaré hasta que te duermas. Te hablé de ti y de la película que acababas de terminar (Advina quien bien esta noche?) y de mi estudio y de tu abrigo nuevo de lana y de todos esos temas agradables que ayudan a dormir y de cocina y de algunos cotilleos inocentes, pero tu no parabas de dar vueltas, un empujón a la almohada, un tirón de la colcha… Al final, pero al final de verdad, te calmaste. Esperé un poco y luego salí en puntillas.
La vida no te resultaba fácil, ¿verdad?
¿Qué te gustaba hacer? Te encantaba navegar, sobre todo si hacía mal tiempo. Te encantaba el polo. Pero entonces se mató Will Rogers en aquel accidente de avión y no volviste a jugar jamás. Tenis, golf, no. ¿Nadar? Bueno, te gustaba el agua fría ¿Y pasear? No, no te interesaba nada. Era una de esas cosas que permitían pensar al mismo tiempo en esto y en eso ¿en qué Spence? ¿Qué era? ¿Era algún detalle específico de la vida? ¿O era por ser católico, un  mal católico según tu propia consideración?
Y el hecho increíble. Ahí estabas: el mejor actor de cine. Lo digo porque lo creo y además se lo he oído decir a mucha gente de buena posición en tu oficio. Cualquier cosa. Tú eras capaz de hacerlo. Y de aquella manera tan gloriosamente sencilla y directa: simplemente eras capaz. No sabías meterte en tu propia vida, pero eras capaz de convertirte en asesino, un sacerdote, un pescador, un redactor deportivo, un juez, un periodista. Sólo necesitabas un instante. Qué alivio. Podías pasar un rato siendo otro. Dejabas de ser tú. Y te sentías a salvo. Te encantaba reir ¿verdad? Nunca te perdías a esos cómicos universales. Tu favorito Bert Williams. Historias divertidas: tú mismo podías contarlas con brillantez, Sabías reírte de ti mismo. Disfrutabas mucho de la amistad y la admiración de gente como Frank Sinatra, Bogie, GerogeCukor, Vic Flemming, los Kennedy, Harry Truman. Con ellos eras divertido, lo pasabas bien, te sentías a salvo.
Pero luego había que volver a las tribulaciones de la vida. Ah, diablos, tomarte una copa: no, sí, a lo mejor. Luego dejabas de tomártelas. Tú mismo decías: no estás a salvo hasta que te encuentras dos metros bajo tierra. Pero ¿por qué la rendija para huir? ¿Por qué la mantenías siempre abierta? ¿Para librarte del tipo tan extraordinario que eras?
¿Qué era, Spence? Te lo quería preguntar ¿Tu sabías qué era?
¿Qué dices?
No te oigo

Katheryn Hepburn recuerda a Spencer Tracey muchos años después

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