Los sueños rotos de los estudiantes de Nueva York
Hace catorce años se implementó en Nueva York el sistema Bloomberg que prometía dar a todos los estudiantes la posibilidad de acceder a una buena educación. Pero las estadísticas actuales demuestran que la segregación por raza y nivel socioeconómico continúan.
Hace catorce años el alcalde la ciudad de Nueva York, Michael R. Bloomberg, reformó la estructura de selección escolar y lo bautizó como su apellido. El cambio consiste en un sistema de algoritmos que empareja al estudiante con uno de los doce colegios a los que postuló. Esto prometía que todos los alumnos de octavo básico que postulaban a highschool – lo que en Chile sería equivalente a la enseñanza media- tendrían una posibilidad real de acceder a una institución de calidad y así acabar con la fuerte segregación de raza y clase socioeconómica.
Según las estadísticas de Measure of America, el sistema Bloomberg ha logrado cambios positivos. El número de estudiantes que se gradúan aumentó en 20 puntos y la brecha entre hispanos y afroamericanos que terminan el colegio en relación a blancos y asiáticos se estrechó significativamente. Sin embargo, los estudios muestran que el objetivo principal tiene una tasa de cumplimiento muy pobre.
Tras una década y media de implementado Bloomberg, continúan siendo los blancos y asiáticos de clase media, de manera desproporcional, los que son admitidos en las mejores escuelas. Mientras que hispanos y afroamericanos, de clase social baja, son segregados en la enseñanza media, al igual que en la básica. Este grupo termina en colegios mediocres, con bajo porcentaje de titulación y casi nula preparación para la universidad. Según los expertos hay varios motivos que explican por qué el formato implementado hace una década y media no logra su objetivo.
Los estudiantes que vienen de buenos colegios de enseñanza básica llevan la ventaja a la hora de postular. Tienen mejor preparación académica para enfrentarse a los exámenes, entrevistas y audiciones, y su currículum de notas es más alto. Por otro lado el proceso de postulación es tan engorroso que un adolescente de trece o catorce años no está preparado para enfrentarlo solo. Para los padres se convierte en un segundo trabajo ayudar al hijo en este proceso e implica un gasto de cientos de dólares en consultores. Las familias que vienen de barrios más humildes no tienen ni el tiempo, ni los recursos para enfrentar correctamente este proceso.
Es una frase cliché de los políticos estadounidenses afirmar que el código postal no debe determinar la educación de un niño. Sin embargo, algunas escuelas piden, como requisito para postular, que el estudiante viva cerca de la institución. Por otro lado los padres no quieren que sus hijos menores de edad viajen por extenuantes horas para poder estudiar. Lamentablemente los mejores colegios están ubicados en barrios predominantemente blancos y asiáticos, lejos de los barrios afroamericanos e hispanos. En estos últimos se ubican las instituciones impopulares por su baja tasa de graduación.
Por estos motivos, la selección de los estudiantes comienza mucho antes que el proceso de postulación. La segregación escolar en Nueva York continúa casi tan fuertemente como hace catorce años. No importa qué tan bien funcione el algoritmo del sistema Bloomberg, mientras existan instituciones de baja calidad académica siempre habrá estudiantes que sean asignados a una pobre educación.
Fuente: The New York Times