La impulsividad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump podría tener una influencia curiosamente estabilizadora en las regiones de crisis del mundo, por lo menos en el corto plazo.
Esta teoría está surgiendo entre analistas de diferentes partes del mundo, que se basan en el ejemplo de Richard Nixon y su “The Madman Theory”. En los primeros años de su presidencia, le dijo a su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, que advirtiera al norte vietnamita que Nixon estaba loco. Nixon estaba obsesionado con el comunismo, se suponía que Kissinger debía decir. Él no puede ser refrenado cuando está enojado, y por el amor de Dios, él tiene su mano en el botón nuclear. En dos días, Nixon predijo, Ho Chi Minh estará “pidiendo paz”.
La estrategia no funcionó, en parte porque los vietnamitas del Norte no lo creyeron. Fuera cuales fueran las excentricidades que Nixon había exhibido en un cuarto de siglo de vida pública, no era un loco, al menos no de esa manera.
Trump, por el contrario, parece ser, si no completamente insano, al menos errático, impredecible, propenso a los estallidos de violencia separados de la política coherente (por ejemplo, disparar 59 misiles de crucero a Siria, con poco efecto, seguido de nada ) Y drásticas reversiones de opiniones (por ejemplo, declaraciones recientes sobre la OTAN, China, Rusia, Janet Yellen y el Ex-Im Bank, por nombrar algunos).
Él ha dicho que quiere fomentar la incertidumbre en la mente de los adversarios para arrojarlos desprevenidos. Eso puede estar ocurriendo hasta cierto punto, pero el efecto probablemente desaparecerá pronto, o si persiste, los resultados serán sombríos para la estabilidad global y los intereses estadounidenses.
Foto: Democracy Now