Estudio revela que colegios de elite en Chile sólo motivan el contacto con otras clases sociales en “misiones”
Se entrevistaron a ex alumnos de 18 colegios de élite ubicados en cuatro comunas del sector oriente de Santiago
Un reciente estudio expuso las prácticas que son habituales al interior de los colegios particulares chilenos.
Realizado por el sociólogo de la Universidad Católica, Sebastián Madrid, e incluido en el libro “Mercado Escolar y Oportunidad Educacional”, fue editado por el director del CEPPE, Alejandro Carrasco.
En él se entrevistaron a ex alumnos de 18 colegios de élite ubicados en cuatro comunas del sector oriente de Santiago.
Además, separa a este tipo de recintos en tres tipos: los fundados por congregaciones católicas tradicionales (como Jesuitas, Padres Franceses y Holy Cross); los influidos por los nuevos movimientos católicos (Legionarios de Cristo, Opus Dei y Schoenstatt); y los fundados por inmigrantes, siendo los más influyentes los anglosajones.
Los resultados demostraron que estos colegios seleccionan a personas “iguales” y crean redes de contacto. El estudio, califica este hecho como una “endogamia particular”.
La principal vía de filtro son los altos aranceles que cobran, que pueden llegar hasta USD $20 mil por alumno al año (con matrícula y mensualidad incluida).
Ninguno da becas y casi todos (90%) seleccionan también por habilidades cognitivas, a través de pruebas. Según el estudio, ésta sería “una forma de asegurarse a los estudiantes más fáciles de educar”.
Sin embargo, advierte que, pese a que figuran en los rankings nacionales, en las pruebas internacionales como PISA obtienen resultados mucho más bajos que alumnos de similares condiciones de la OCDE, y en Latinoamérica sólo superan a los estudiantes de la élite peruana.
Una tercera vía de selección que aplican estos colegios es por características sociales. Por eso, piden informar el colegio y universidad de los padres, la iglesia a la que asisten y hasta enviar una foto familiar.
Muchos ex alumnos los definen como “colegios de familia”, donde estudiaron incluso sus abuelos, y sólo un tercio de las vacantes son para familias nuevas.
El estudio también plantea que el tipo de currículum que se enseña en esos colegios es “gerencial”, es decir, que apunta a desarrollar capacidades “empresariales-emprendedoras” en sus alumnos, y “desenvolverse de manera efectiva en una economía de mercado”.
Así, muchos promueven la racionalidad por sobre la emocionalidad, y dan un mayor énfasis a las matemáticas y la ciencia, en desmedro de las artes y humanidades.
Esto hace que la mayoría de sus egresados opten por carreras que facilitan acceder al mundo de los negocios, como ingeniería comercial, civil y derecho.
Según el estudio, al estar en contacto principalmente con personas iguales, estos estudiantes tendrían un “aislamiento” del resto de la sociedad, una especia de “burbuja”, y para la mayoría “la universidad es el momento en que la sociedad emerge frente a ellos”.
No obstante, mientras están en el colegio, sus posibilidades de contacto con personas de otras clases sociales son reducidas.
Una de éstas es el “chaneo” o “chuleo”, una práctica considerada “extremadamente clasista y sexista” que consiste en ir a discotecas o bares de sectores populares con el objetivo de aproximarse a mujeres intentando obtener beneficios sexuales sin tener que comprometerse. “Esta práctica divide a las mujeres en dos tipos: las para comprometerse y las para sólo tener sexo. Y produce explícitamente límites de clase y género”, señala la investigación.
Otra forma de encuentro con personas de otras clases sociales es la “acción social”, como los trabajos que realizan durante las vacaciones de invierno o verano, donde los estudiantes van a poblaciones a reparan casas o escuelas.
En los colegios católicos también están las “misiones”, donde el objetivo es evangelizar en el catolicismo.
También hay acciones más radicales, como vivir una semana con una familia en una población o ir a trabajar a una fábrica por un tiempo.
Foto: Mineduc