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New Yorker publica polémico artículo donde acusa de “dictatorial” a Cristina Fernández

El periodista entrevistó a la presidenta de Argentina el pasado 11 de marzo pero recién este lunes fue publicada.

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13 Julio, 2015

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Este lunes New Yorker publicó un artículo titulado “La muerte de un fiscal”, donde la revista del New York Times cuenta los últimos días de Alberto Nisman, detalla las peripecias de su investigación y lanza duras definiciones sobre la presidenta de Argentina, Cristina Fernández.

Por su parte, la mandataria trasandina, no hizo caso omiso y su blog amaneció hoy destacando la nota que la alude.

“Cristina Kirchner se ha vuelto más dictatorial y, de acuerdo con las denuncias de la prensa, más corrupta”, cuenta el periodista Dexter Filkins en su artículo de 10.000 palabras. Luego la define como poseedora de “modales erráticos y una perspicacia política despiadada”.

Antes de contar el encuentro que tuvo con ella el 11 de marzo de este año en la Quinta de Olivos, el cronista recordó: “En los cables confidenciales dados a conocer por WikiLeaks, los diplomáticos norteamericanos señalaron el ‘comportamiento agresivo’ y su obsesión con la imagen. Según informan, gasta ‘miles de dólares por año en las últimas tendencias y en ponerse inyecciones de silicona en la cara y extensiones de pelo para parecer más joven’. Los medios le dieron el sobrenombre de ‘Reina del botox’. La propia Cristina Kirchner a veces sigue el juego, diciéndole a los periodistas: ‘Yo ya nací maquillada'”.

Este domingo, la Presidente subió a su página web la desgrabación en español y en inglés y el video de la entrevista de más de 110 minutos. En su artículo, Filkins reveló lo que sucedió minutos antes de que las cámaras fueran prendidas.

Con “un vestido de volados y un pesado maquillaje”, la mandataria ingresó al salón de la Quinta de Olivos que había sido convertido en un estudio de televisión para la entrevista. Dos docenas de asistentes rondaban por el lugar. Luego, según el relato, Cristina Kirchner se acercó para peinarlo: “Antes de que la entrevista comenzase, ella se inclinó para arreglarme el pelo. ‘¿Hay alguna chica que pueda ayudarlo?’ –preguntó– ‘Queremos que salgas lindo'”. Unos segundos después, ella empezó a alisarse el suyo: “‘Quiero arreglarme un poco’, dijo. ‘Perdonáme, además de Presidenta soy una mujer: el vestido, la imagen…’. Detrás de cámara, una asistente le gritó: ‘”¡Estás divina!'”.

En cuanto las cámaras se prendieron, “se puso seria y ridiculizó las acusaciones” de Alberto Nisman. Como pudo verse en la entrevista publicada este domingo, se encargó de negar una y otra vez cualquier tipo de pacto con Irán para exonerar a los acusados por el atentado a la AMIA a través del memorándum.

Tras decenas de entrevistas con funcionarios, opositores, diplomáticos, amigos y colaboradores de Nisman, Filkins optó por las palabras del abogado de la AMIA, Pablo Jacoby, para cerrar su artículo: “Una sucesión de jueces, la mayoría de ellos leales a los Kirchner, desecharon la presentación de Nisman. Cristina, aunque políticamente dañada, siguió adelante. Jacoby me dijo que, sin Nisman, la investigación del atentado –tan compleja, tan dividida y tan vieja– probablemente también morirá. ‘No hay reemplazo para Alberto’, dijo. ‘Todo el caso está en su cabeza’. ¿Suicidio o asesinato? Para Jacoby, esa es una pregunta equivocada: ‘Ahora, aún fuese verdad que se suicidó, nadie va a creerlo’. Según la tradición judía, quienes se suicidan no pueden ser enterrados apropiadamente. En el cementerio de La Tablada, los suicidas han sido relegados a un rincón lejano. Después de algunas discusiones, el cuerpo de Nisman no fue enterrado con aquellos que se quitaron la vida, sino junto a las víctimas de la AMIA”.

Como otros medios norteamericanos, el artículo de The New Yorker definió a la muerte del fiscal general del caso AMIA como el “equivalente latinoamericano del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, terreno fértil para teorías conspirativas que involucran a espías, gobiernos extranjeros y políticos en connivencia”.

Revisa el artículo completo acá.

FOTO: The New Yorker

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