“Esta es la verdad histórica de los hechos”, ha declarado el Procurador General, Jesús Murillo, detallando la historia de un caso dramático de principio a fin y saliendo al paso de las muchas voces que les acusan de ocultar la verdad.
De lo explicado por la Fiscalía hay dos grandes titulares: “Los estudiantes fueron privados de la libertad, privados de la vida, incinerados y arrojados al río”, ha dicho Tomás Zerón, Director en Jefe de la Agencia de Investigación Criminal, lo que de manera resumida afirma la teoría oficial mantenida desde el principio: los restos calcinados encontrados en el río son los de los estudiantes y se niega la posibilidad, aún perseguida por los familiares, de que los estudiantes puedan aparecer con vida.
El segundo gran titular es que la Fiscalía confirma que había infiltrados de otra banda criminal, Los Rojos, entre el grupo de estudiantes. De hecho, fueron tres miembros de ese grupo los que, a tenor del relato de los hechos, dirigieron al resto de estudiantes en sus actuaciones a lo largo de la fatídica noche y madrugada del pasado 26 y 27 de septiembre.
El móvil que apunta la Fiscalía es que los jóvenes buscaban tomar algunos autobuses para una posterior marcha de protesta al DF. De hecho, se afirma que se llegó a tomar y desviar a algún vehículo que incluso llevaba pasajeros.
El informe dice que en un principio se creyó, por parte de los ahora inculpados, que todos los integrantes de los autobuses de los estudiantes eran miembros de esta banda rival, Los Rojos, que venían a atacar Iguala.
Luego, hubo varios tiroteos con varias víctimas. Los propios detenidos van narrando a la Policía cómo al trasladar a los jóvenes estaban unos cuerpos encima de otros, en vertical y horizontal, como si fueran sacos.
“Algunos estaban ya muertos, los de abajo, por asfixia”. Luego, los que quedaban vivos, entre 15 y 18, fueron bajados agarrados por las piernas y los brazos y obligados a colocarse con las manos en la cabeza, casi de cuclillas.
En ese momento, según la versión de uno los detenidos, el estudiante José Luis González Parral explicó que todos estaban allí por culpa de uno de sus compañeros, apodado el Cholilloco, y que según la propia Fiscalía era el cabecilla de la otra banda criminal, Los Rojos. El Cholilloco fue apartado, junto a otro miembro de su banda, y recibió un tiro en la nuca igual que el resto de estudiantes.
Los procuradores explicaron que el relato de los hechos responde a las pruebas encontradas y especialmente al testimonio del gran cabecilla, Felipe Rodríguez, apodado el Terco o el Cepillo, que ha sido clave para la resolución del caso. El Cepillo era el jefe del grupo armado llamado Guerreros Unidos y el que fue tomando las decisiones de matar e incinerar a los jóvenes.
VE EL VIDEO QUE LA FISCALÍA HIZO PARA EXPLICAR LOS HECHOS
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Sin embargo, la Fiscalía reconoce también la existencia de una segunda persona, prófuga, que también tuvo peso en el desarrollo de los acontecimientos junto al Cepillo. El fiscal ha reconocido que hay 99 detenidos y seis personas que están en busca y captura en este momento.
Los criminales, en un barranco de gran profundidad, más de 60 metros, y apartado de todo núcleo urbano, fueron capaces de crear una hoguera durante horas donde se colocaron los cuerpos de los jóvenes y todas sus pertenencias a una temperatura que superó los 1650 grados centígrados gracias a la quema de neumáticos y leña, lo que provocó la destrucción de casi todo el material genético.
No obstante, la Universidad de Innsbruck ha conseguido reconocer el mapa genético de una de las víctimas, Alexander Mora, entre los restos calcinados.
Por último, la Fiscalía ha sido tajante en afirmar que “el Ejército no ha tenido ninguna relación con los sucesos”, negando que haya un solo indicio sobre este asunto y queriendo salir al paso de informes filtrados por su propia oficina y relatos de testigos, asegura el periódico Milenio, en los que se certifican momentos en los que soldados estuvieron al tanto de todo lo ocurrido a lo largo de una noche que marcará la historia de México.