Por Gonzalo Restini
Los hechos demuestran porfiadamente que las cosas terminan tomando rumbos imposibles de prever. Si las predicciones de Zulma fueran acertadas, ya lo sabríamos. Pero en el inútil ejercicio anual de anticipar, tan popular en estos días, “Información Privilegiada”, se tira a la piscina. Aquí van nuestras profecías (y también nuestros deseos).
Una predicción de consenso: para Chile, el 2015 será un año decisivo.
Para el gobierno, y en particular para la Presidenta, será el momento de tomar definiciones sobre elementos estratégicos de lo que queda de su mandato, y más allá. El famoso “legado”, el párrafo que los presidentes se imaginan en los libros de historia.
La piedra angular es la determinación que tendrá la Presidenta para implementar a rajatabla el programa de reformas. Las opciones son más o menos claras: atrincherarse y apretar los dientes o ceder y abrir los brazos. La guagua de Salomón estará presente al menos en dos frentes: el laboral, donde ya se adivinan fuertes discrepancias, y con la nitroglicerínica reforma constitucional, debate de mecanismo incluido. Adicionalmente, la enrevesada reforma tributaria se acercará a su plena implementación y sabremos cómo anduvo el pálpito presidencial respecto de la educacional.
Cómo termine siendo el Chile post Bachelet y qué tan enraizada será su herencia, se jugará en las próximas cuatro estaciones.
En términos económicos, el escenario no es muy alentador. Los vasos comunicantes con la política son obvios. Cómo se termine armando el cóctel antes descrito será clave para el ánimo y expectativas del sector privado. Es de esperarse: los empresarios piden como primera cosa moderación y calma. De otra manera, la manoseada alianza público-privada se queda en los bonitos discursos, mientras en los hechos se amenaza con remecer los cimientos. Ahí serán pocos los valientes que pondrán plata para proyectos de largo aliento.
Como lo más probable es que se implemente una versión más bien agresiva del tratamiento, no se pueden augurar días felices. El “punto de inflexión” seguramente se seguirá corriendo, como pasa en la media de una abuela entrada en carnes. No habrá cómo agarrarlo.
Hay elementos de riesgo adicionales, cisnes negros que no dejan de preocupar y que podrían hacer realidad el dudoso argumento de que el ambiente internacional ha perjudicado a Chile. El 2015 tiene varios elementos del ‘98, año en que se desató la crisis asiática: crisis cambiarias en los países emergentes, desplome de los commodities, alza de tasas en Estados Unidos. Si los demonios se sueltan, podemos tener turbulencias de esas en las que uno se pregunta “qué hago arriba de este avión”.
Si eso ocurre, la receta que aplicó la Presidenta en 2008 tiene menos probabilidades de funcionar. Lehman Brothers fue un ataque al corazón, fuertísimo, pero rápido. Pasado el infarto, se puede hacer vida normal. Por eso tuvo sentido la política de estímulos fiscales de Andrés Velasco.
Pero, un escenario como el descrito para 2015 sería en términos médicos una mezcla de artritis, que dificulta el movimiento, con un shock séptico causado por una bacteria contagiosa e incontrolable de origen ruso. Los daños podrían ser mucho más difíciles de superar.
En el terreno de los deseos y no de las predicciones, no podemos sino pedir que las cosas se encaucen por el camino de la moderación que caracteriza a la gente de nuestro país. Eso es normalmente aplaudido por la mayoría y debiese tener rentabilidades políticas más altas que el enfrentamiento y la polarización.
Y si nos permiten una segunda: que las oscuras preocupaciones internacionales no pasen de ser un lejano susto y todo transcurra tranquilamente, con bolsas al alza y cobre en 4,5 dólares.
Como reflexión final, si se hace eco del sentir mayoritario de cariño y moderación, tan pascuero por lo demás, en un año más Chile estará más satisfecho y reconciliado. Y la próxima Navidad, de seguro, el Pan de Pascua será más blando y el Cola de Mono, más dulce.
Un abrazo, felicidades y un próspero y decisivo 2015!!