El sueño de organizar la Copa del Mundo definitivamente se convirtió en pesadilla para Brasil. Uno de los países en los que se respira fútbol explotó de alegría cuando en octubre de 2007, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, anunció que el mundial se jugaría en la tierra del mítico Pelé.
Sin embargo, de algarabía y carnaval queda poco. Pese a que por estos días, se disputa la Copa de Confederaciones -un ensayo general de lo que será el Mundial 2014- en las principales ciudades brasileñas miles de personas protestan contra las autoridades, lo que está provocando un nuevo “maracanazo”, pero esta vez no por el mal desempeño de la selección de fútbol local, como ocurrió en 1950, sino por el de las autoridades.
En São Paulo, Río de Janeiro y Belo Horizonte, entre otras ciudades, las protestan han zigzagueado entre demandas pacíficas y graves hechos de violencia, que no se veían desde las revueltas callejeras a inicios de la década de los ‘90 y que terminaron con la salida del ex presidente Fernando Collor de Melo.
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