En una esquina estaban quienes creían en la quiebra de La Polar. En la otra los que confiaban en su reflote tras el fraude financiero más grande en la historia de Chile. Claro que nadie quería tirar la toalla. Todo el mundo pensaba en las más de siete mil personas a las cuales emplea la tienda por departamentos. Los bancos menos, pues las acreencias superaban los US$300 millones.
Y se avanzó a un nuevo round. Quizás el último y definitivo para muchos. Pero para otros es el comienzo de un nuevo match que deberá emprender la compañía para lograr mantenerse en una industria ultracompetitiva, con cambios relevantes, como una eventual reducción en la tasa máxima convencional y un Sernac cada vez más inmerso en la defensa de los consumidores.
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