María Elena Pulido: “No siempre queremos mirar lo que nos pasa y hay veces que ese ruido es difícil de sostener”
La ansiedad y estrés pueden ser el ruido constante que nos desconecta de nosotros mismos. Para la psicóloga e instructora de mindfulness y yo, María Elena Pulido, la clave está en aprender a recolectar con el presente.
La búsqueda de nuevas herramientas para su trabajo como terapeuta y la curiosidad por la meditación llevaron a María Elena Pulido a formarse en mindfulness. En esta práctica encontró un contraste valioso entre la vida acelerada y la pausa necesaria para escuchar su mente.
En 2011, Pulido se formó como instructora de mindfulness en la Universidad Alberto Hurtado y, más tarde, profundizó en mindfulness infantil bajo la guía de Christopher Willard, doctor en psicología de Harvard. Junto a su hermano Ricardo, quien se formó en California con Jon Kabat-Zinn, fundaron el Centro ASIA, un espacio para el bienestar y la conexión interior.
Para Pulido el “ruido” no es sinónimo de sonido. “Es algo que irrumpe” y que no nos permite disfrutar, escucharnos y estar presentes. El mindfulness, junto a otras prácticas, le ha permitido identificar los ruidos internos y externos, enfrentarlos y volver a conectar consigo misma y con otros.
-Hay una definición de diccionario de lo que es el “ruido”, pero es muy interesante la definición personal que tiene cada uno. ¿Qué es para ti el ruido?
Para mí el ruido es algo que irrumpe, es algo que no te permite escuchar lo demás ni estar en tranquilidad. Es estar en un lugar con bocinas y no oír los pajaritos o el ladrido de un perro.
También es cuando hay muchas cosas visuales, eso te irrumpe y no te permite ver que es lo que hay. Y también el ruido mental, son ruidos que no te permiten escuchar lo que sientes, lo que está más adentro. Para mí el ruido es algo muy distinto al sonido, es algo que irrumpe, que interrumpe en el momento presente.
-En tu día ¿qué es lo que te hace ruido? Cuando miras hacia afuera y luego hacia adentro, ¿qué es lo que observas en ti o en tus pacientes?
En lo interno a veces las preocupaciones sobre el futuro, el “¿qué va a pasar si?” se vuelven un ruido mental que no me permite estar aquí. En la relación con el mundo, me afecta el exceso de estímulo. Y, también esta cosa de llenarse de preocupaciones y de quehaceres, que al final contribuye a que uno ande muy acelerado, una sensación de tener que hacer mil cosas al mismo tiempo y no poder enfocarse en una. Entonces, a veces esta cosa como multitask, de estar en mil cosas a la vez, te hace mucho ruido.
¿Cómo logran las personas en terapia identificar sus propios ruidos internos? ¿Cómo trabajas tú con ellos? Porque, creo yo, cuesta mucho hacerse consciente del ruido y del ir y venir de ideas.
Sí, estamos muy acostumbrados a mirar siempre hacia fuera, y tanto la terapia como la meditación son oportunidades para mirar hacia adentro. Esto puede incomodar al principio y sonar como un ruido difícil, porque no siempre queremos enfrentar lo que nos pasa, y ese ruido a veces se vuelve difícil de sostener. Por ejemplo, ver los automatismos propios que pueden dañar a otros y que, muchas veces, atribuimos a factores externos diciendo “me hicieron esto”, sin darnos cuenta de que tiene más que ver con nosotros mismos, con nuestra relación con el mundo, que con los demás.
-Asociamos el ruido mental con esa mente que no para, llena de pensamientos, pero el problema no son los pensamientos en sí, sino la dificultad para escucharlos.
Claro, porque esa cháchara o esa chicharra mental que está dentro, que juzga, que te dice “lo estás haciendo mal”, no es algo intuitivo, pero está ahí siempre y muchas veces te hace tomar caminos que no tienen que ver con tu sentir. Y esto tiene que ver con la rumiación constante, de pensar siempre en el futuro, el “qué me puede pasar”. Un pensamiento más catastrófico o a veces en el pensamiento del pasado, más melancólico, que me lleva a lugares muy antiguos, muy difíciles, muy tristes.
-Ahí es donde empieza activarse lo que parece la epidemia de la época, la famosa ansiedad.
Exacto, y que tiene mucho que ver con querer ir siempre más rápido. Es súper loco, porque yo lo veo en pacientes o con alumnos de Mindfulness, y lo veo en mí también, esa sensación de ir súper rápido. ¿Y por qué? No hay razón, y cuando uno se empieza a dar cuenta de ese automático, algo se calma y se relaja adentro, como que la guata se afloja.
-¿Qué tan difícil es separar el ruido mental de lo realmente valioso? A veces nos pasa, que nos confundimos. Supongo que el mindfulness ayuda, pero realmente, ¿qué tan difícil es bajar el ruido?
Es súper simple, pero no es fácil. En el fondo, está súper a la mano, es poner más atención, es volver a uno. Son prácticas que no te requieren nada, no te piden nada difícil, no es como cuando uno hace una dieta, por ejemplo, que cuesta y uno a veces lo pasa mal. No, esto es simple, es fácil, pero cuesta hacerse el hábito, es difícil sostenerlo en el tiempo, porque la corriente te lleva a estar siempre apurado, en el tener que hacer, en el mirar hacia fuera y no es tan fácil a veces darse el espacio.
-Pasa con el ocio. Gente que siente que no está haciendo nada cuando está descansando, o viendo televisión. Eso debería ser valioso por sí mismo.
El ocio es súper importante para uno. Para restaurar, para apasionarse por cosas, pero también ni siquiera el ocio, el momento de nada, mirar el techo, respirar, sentir la respiración, son cosas que te ayudan a calmarte y a escucharte. Es muy interesante, porque si tú no sabes dónde estás ahora, es muy difícil que sepas dónde quieres ir. Porque si no tienes conciencia de lo que pasa en este momento, la respuesta de a dónde ir va a ser muy mediada por un automático, por un sin sentido.
-Entiendo que la meditación se asocia al “camino del medio” o equilibrio budista. ¿De qué manera el ruido nos saca de ese equilibrio, afectando incluso nuestras relaciones y el “tejido social”?
Creo que en este “tejido social” del que hablas, el simple hecho de que una persona logre poner un poco más de presencia en su reactividad ya ayuda a bajar la “frecuencia” del ruido a su alrededor. Si bajamos un poquito esa frecuencia, de alguna manera, podemos escucharnos mejor, podemos disminuir la ansiedad que genera el vínculo con el otro.
-Incluso en esta conversación, te estoy escuchando, pero ya estoy pensando en la siguiente pregunta. Cuesta escuchar con atención.
Sí, pero uno puede tomarse unos segundos. No pasa nada si uno se toma unos momentos para poder responder con más tranquilidad. Cuando al cuerpo uno le permite bajar, las manos pueden moverse más suave, el tono de voz sale más despacio y la conversación se hace más interesante también.
No hay nada peor que cuando el otro adivina todo el rato la respuesta o no te deja terminar la idea. Porque uno necesita expresarse. En ese poder de escucharse hay un regalo muy bonito, porque cuando uno se siente comprendido, al final eso es una muestra de amor. Cuando uno no se siente escuchado, no se siente visto, ahí yo creo que son los grandes conflictos de las relaciones interpersonales.
-De hecho, internamente pasa lo mismo: uno no es capaz de escucharse en profundidad y deja de verse a sí mismo en ese no parar.
Cuando uno deja de sentirse y empieza a no estar, hay algo en uno que empieza a gritar, que muchas veces es el cuerpo y viene una enfermedad, viene una reacción sintomática, los dolores de guata y el insomnio. Todos los males modernos tienen mucho que ver con esta mente que no se escucha a sí misma.
-Dices que no es difícil pero no parece realmente fácil…
Yo creo que la clave es darse cuenta, porque no puedo apagar el ruido, ni externo ni interno, van a estar siempre. ¿Qué es lo que yo hago? Cuando estoy en eso, incluso a veces cuando ya llegué a un nivel de ausencia, recuerdo que puedo volver, y en eso ya hay un punto de calma.
Y más específicamente el practicar, el poder darse el tiempo todos los días de respirar, el poder darse el tiempo todos los días de hacer una meditación. No es que haya una mente en blanco, que es el típico mito que todo el mundo cree. Es imposible. Pero sí podemos hacer que este ruido se calme cada vez que traigo de vuelta la mente aquí.
-Mindfulness: Una técnica para apagar el ruido
Hace diez años, junto a su hermano Ricardo Pulido, terapeuta e instructor de mindfulness, yoga y meditación, decidieron abrir el centro ASIA Santiago. Donde hacen distintos tipos de terapia. Según María Elena, ese espacio permite escapar del ruido exterior para encontrarse con el interior. “Se busca que las personas puedan volver a un espacio interior, a conectarse con la propia intimidad, con el observador interno, con la espiritualidad”, explica.
-¿Cómo llegaste tú al mindfulness? ¿Cuál es el camino que tú recorriste para llegar a esta práctica y a transmitirla a otros?
Llegué desde una práctica de meditación y de a poquitito fui encontrando el mindfulness. Pero lo primero, como yo partí, fue sintiéndolo y las primeras veces que practiqué fue un contraste precioso de venir en un punto acelerado y tener la sensación de parar. Ese contraste de poder sentir la mente, de escucharla, de ver todo el poder que tiene y decir: “chuta, es solo un ruido, el poder se lo estoy dando yo”.
Yo creo que el mindfulness tiene algo que es muy bonito, porque es laico y llega a occidente de una manera simple que no te pide seguir un dogma. Yo creo que estamos en un mundo, en este momento, en donde tenemos un poco de fobia a los dogmas, a comprometernos demasiado con algo budista o hinduista, o incluso católico, lo que sea.
-Si tuviera que pedirte una definición para alguien que se pregunta qué es esto, ¿cuál sería tu respuesta?
En una palabra, es presencia, que en el fondo es súper difícil, porque en esta conversación que hemos tenido nosotros, ¿cuántas veces tú y quién nos está grabando se va hacia otros lados?¿cuántas veces nos vamos?¿cuántas veces nos nublamos también? Entonces esa presencia es potente, sobre todo en este mundo ahora donde hay tanta ausencia, como los celulares, las televisiones, todo hace que uno esté más afuera que adentro.
Entonces, para mí el valor del mindfulness es poder entrar en un espacio interno que cada vez está más lejos, cuando en el fondo es lo más cercano que tenemos.
-En el fondo, volver a uno muchas veces puede generar incomodidad.
O dolor, incluso. Por eso, a veces uno quiere escapar y mete la basurita debajo de la cama, pero cuando llega la noche y uno hace las cuentas con uno mismo, como que no sabes qué hacer con eso, porque lo hemos evitado siempre. Hay muchos tipos de sedantes, que ayudan a “no sentir”. Y lo loco es que las drogas y todas estas cosas, hacen que uno sienta mucho, es como que algo interno quisiera sentir pero solo buenas sensaciones, y lo que no nos gusta tratamos de evitarlo. Y eso nos hace sufrir porque es inevitable.
-Es casi una caricatura de cuando nos vamos a acostar en la noche, ese momento en que el cerebro debería descansar pero se activa y te dice: “pensemos en esto que pasó hoy, revisémoslo mil veces”. Obviamente, uno quiere deshacerse de ese pensamiento, pero antes de abandonar esa idea, habría que reconocerla. ¿Podrías hablar un poco más sobre esto?
Porque si yo te digo: ”no pienses en una manzana”, ahí está, ¿no? ¿Ya te la imaginaste roja? Entonces, cuando uno le pide a su mente dejar de pensar, ese intento de control solo trae más pensamientos. Por otro lado, si voy por la vida evadiendo, tarde o temprano me encontraré con la noche, ese momento de enfrentarse al silencio.
Entonces, claro, el mindfulness lo que te invita es a poder mirar, porque es como entrar en contacto con el observador que hay dentro que puede ver como un pensamiento viene, pero también lo puede dejar ir.
-Es como aprender a aceptar que no podemos controlar todo, porque hay cosas que simplemente deben ser y que están fuera de nuestro alcance.
No significa siempre sentarse a meditar. Uno puede hacer ejercicios corporales, de estiramiento, de sentir el cuerpo, que también te van ayudando a entrar en contacto. Es como habitar el momento.
-Además de bajar la ansiedad y calmar el ruido, da la oportunidad de disfrutar lo que uno tiene.
Sí. Es que incluso cuando te interesa tu aburrimiento, ya dejas de estar aburrido. Comer algo si estoy con atención plena ya se hace interesante, porque ese sabor me interesa y eso me conecta. Entonces cuando yo estoy presente hay siempre un goce.
Eso es súper bonito porque, en el fondo, el disfrute no tiene que ver tanto con lo que está pasando afuera, sino que mi disposición a lo que está pasando, a lo que estoy sintiendo. Y eso es difícil de entender porque uno siempre cree que lo que importa es el paisaje con la mejor compañía, con la mejor comida, con todo, pero si yo me fui con una preocupación y no la suelto, no disfruto nada.
-Se puede encontrar satisfacción y goce en cualquier lugar. No necesitas mirar las Torres del Paine para conectar y deslumbrarte; aunque ayuda, puedes estar en casa o en medio del Paseo Ahumada. Si te dispones a estar en el momento, descubres mucho.
Sí, de todas maneras. Y yo creo que la naturaleza ayuda a conectarnos y, sacarse los zapatos, caminar, sentir los olores, todo eso nos ayuda. Cuando me preguntaste qué me ayuda a mí, yo creo que también la naturaleza, el contacto con la naturaleza, pero cuando mi disposición interna no está para conectarme, me es complejo.
-Cómo dices tú, es un músculo que se entrena. No porque alguien alguna vez te enseñaron a hacer mindfulness después en tu día a día vas a tenerlo presente
Lo loco es que la mente es tan potente que si uno deja de practicar te vas rápido a esta cosa acelerada, sin freno y de mucho automatismo. La práctica te va pidiendo constante conciencia y práctica para poder llevarla a la vida cotidiana.
-¿No será que la supervivencia, tan natural en nuestro cerebro, necesita ese estado de alerta?
Cierto, pero si lo ves, los animales están super alerta pero también tienen momentos de reposo, nosotros estamos en estado de alerta pero no siempre logramos entrar en el estado de reposo.
Ahí es donde ayuda el ejercicio, el hacerse consciente, el escucharse, el parar, aprender a parar, porque no es fácil aprender a parar.