Una mañana de junio del 2013, Hugo Lobos (42) acordó cambiar de una vez por todas la tranquilidad y el abrigo del sur por una oportunidad en Santiago: lo esperaba un cupo en el Ministerio del Medio Ambiente, concretamente en asuntos de ruido ambiental, un área que lo movilizaba desde hace ya unos años. A partir de ese momento, poco más de una década, gasta buena parte de su tiempo allí, en las oficinas de San Martín 73, explorando estrategias capaces de aliviar algo que él define como “un problema socioambiental bastante importante”. Desde hace dos años, por cierto, es jefe de la poco conocida sección de Ruido del ministerio. Para llegar a esto último, sin embargo, es necesario rebobinar un poco.
Fanático de la música, Lobos se matriculó el año 2000 en Ingeniería Civil Acústica de la Universidad Austral, campus Miraflores, en Valdivia, pero al poco andar se percató de que la carrera reunía a múltiples virtuosos de la materia. De ahí que no le quedara más remedio que mirar hacia un costado y, en búsqueda de alguna especialización, dejarse seducir por el “aún incipiente” estudio del ruido ambiental.
Después de un breve paso por la Seremi de Salud de la Región Metropolitana, Lobos se desempeñó como consultor, evaluando proyectos para ingresar al Sistema de Gestión de Impacto Ambiental y, en esa faena, identificó elementos que podían mejorarse desde el Estado, lo que más tarde derivó en un genuino interés por participar del desarrollo de políticas públicas vinculadas al ruido. En ese estado de cosas, tras dos años impartiendo la cátedra de Física acústica para las carreras de Fonoaudiología y Tecnología médica en el campus de Puerto Montt de la Universidad Austral, apareció la cartera del medio ambiente y la capital en su horizonte.
Llegué a Santiago, a la comuna de Santiago y actualmente vivo en la comuna de Santiago —completa él—. Es una decisión de estar cerca del trabajo, llego caminando, ésa es una de las ventajas. Una desventaja es el ruido.
-¿Por qué? ¿Por qué el ruido es un problema?
Debemos saber que el ruido es un contaminante. Así lo define nuestra legislación ambiental. Es un contaminante, porque a cierto grado de exposición de las personas puede generar efectos en la salud y calidad de vida. Esto ya hace unos veinte años viene estudiándose y, bueno, depende de la intensidad a la cual tú estés expuesto y el tiempo en el cual tú estés expuesto a este contaminante. Y se identifican efectos fisiológicos relativos a enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño, molestia, deterioro cognitivo en niños. Esto lo declara la Organización Mundial de la Salud, que recopila la serie de estudios que hay. Cada cierto tiempo saca un reporte del estado del ruido ambiental en el mundo y son los antecedentes que nosotros disponemos para poder hacer la gestión tan necesaria para combatir este problema que aqueja a muchas personas. Otra forma en las cuales se ve reflejado, una cosa más local, es la cantidad de denuncias que recibe la Superintendencia de Medio Ambiente.
En efecto, el ruido es el componente ambiental por el que más denuncias recibe la Superintendencia del Medio Ambiente. Según los cálculos de Lobos, prácticamente la mitad de las quejas ciudadanas “es por temas de ruido” que generan “algunas actividades”: “Discotecas o locales de ocio nocturno, pubs, restaurantes, karaokes, centros de eventos”, pero también “la construcción”, “principalmente edificaciones que están muy próximas a lugares residenciales”, y desde luego, “la industria”.
El ruido versus El señor Ruido
Frutillar es un lugar silencioso. Un pueblo chico, lindo y calmado de la región de Los Lagos que, según las proyecciones de población 2024 que facilita el INE, apenas vence la barrera de los veinte mil habitantes (20.817). A unas dos horas en vehículo se llega a Valdivia, la ciudad austral más antigua del mundo, capital cervecera del país. Y el salto es grande, por decir lo menos. Los mismos indicadores demográficos estiman 182 mil vecinos, casi nueve veces más: es decir, al caer la noche la cosa se pone seria. El estudiante Hugo Lobos lo verificó hace dos décadas, cuando llegó para estudiar Ingeniería Civil Acústica en la Universidad Austral. Al margen de la bohemia, el ajetreo propio de una capital lo hizo caer.
—Vivir la primera etapa de mi vida en un pueblo muy tranquilo, muy silencioso, es algo que en esos momentos no aprecias.
En la casa que arrendaba con sus amigos, su habitación se ubicaba frente a una vía de transporte público, “y en Valdivia” —alecciona—, el terreno “es bastante inestable, se mueve, vibra”, por tanto “empecé a notar que esa situación afectaba mi descanso, mi dormir”. Para aclarar:
Mi despertador era la primera micro que pasaba afuera de la casa.
-¿Cómo fue, entonces, el choque al llegar a Santiago? Me dijiste que una desventaja era el ruido.
Bueno, en algunos momentos, esta afectación ha sido mayor. No sé si recuerdan ustedes, pero ha habido un cambio de buses de locomoción colectiva bastante significativo este último tiempo: hace tres años todavía circulaban unos buses muy antiguos que metían mucho ruido. Bueno, a las cinco y media de la mañana pasaba uno que me despertaba y, yo encargado de hacer gestión con el ruido, tengo la experiencia de los efectos de cómo no te deja descansar bien, cómo eso después puede repercutir en tu quehacer del día posterior, etc.
-Sobre el ruido de Santiago, ¿te ha afectado a nivel de efectos sobre el sueño o calidad de vida?, ¿crees que ha ido mejorando desde que llegaste?
Sí, ha ido mejorando. Esta referencia que hacía, del cambio de tecnología en los buses de locomoción colectiva, es algo que agradezco. Ese bus que pasaba a las cinco y media de la mañana, creo que era el mismo y era muy ruidoso, ya no está. Entonces la calidad del sueño ha mejorado. También hay que reconocer que el tránsito vehicular ha bajado bastante pospandemia, se estima que en un 20%. Y las noches son más silenciosas, también nosotros lo hemos evidenciado a través de los datos que vamos monitoreando. Así que yo, en lo personal, estoy en una situación mucho, mucho mejor, producto de los beneficios que generan políticas públicas como la electromovilidad. O sea, puedo dar ese ejemplo desde la experiencia.
-Y en tu caso, ¿cómo enfrentas el ruido? ¿Tienes alguna estrategia para aislarte?
Mira, no es tan sencillo. Hay mucha gente que dice que se acostumbra al ruido, lo cual puede ser cierto. Creo que vale decir que, en vez de acostumbrarte a cierta situación, te resignas a estar en cierta condición. Yo, en lo personal, hago tres cosas. La primera, tratar de evitar vías, cuando circulo por la ciudad, que tengan altos niveles de ruido. En conjunto con eso, trato de subirme a locomoción colectiva eléctrica. Una segunda acción que hago es, cuando tengo tiempo, irme al parque a relajarme, a tener un momento de tranquilidad. Viajar a otro lugar fuera de Santiago también es bueno. Cuando vuelvo a Frutillar los fines de semana largos, es significativa la calidad de sueño que uno logra. Y se nota mucho en el estado físico que uno percibe al día siguiente. Otra cosa muy práctica y no lo hago todos los días, pero cuando me siento cansado en mi hogar, es usar protectores auditivos chicos, cómodos, para poder dormir. La verdad que cuando despierto ya no están, pero bueno, logro que estén un par de horas y lograr un sueño de mejor calidad.
-¿Crees que ha habido avances en términos de conciencia? ¿La gente le ha tomado el peso al ruido?
Desde lo institucional hay una mayor conciencia sobre este contaminante y eso se nota en las denuncias. La gente cada vez lo reconoce más como algo que debe ser abordado y porque les afecta. Nosotros tenemos campañas de difusión para hacer conciencia. El último miércoles de abril de cada año se celebra el Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido y es una instancia que nosotros aprovechamos para llamar a medios de comunicación, dar algunos mensajes respecto a cómo protegerse del ruido, a cómo no generar ruido. Y, a medida que el tema ha ido en evolución, nos hemos dado cuenta de que la ciudadanía tiene más conciencia y no solamente por acciones desde el ministerio. Yo tengo un hijo de 14 años, me ha tocado estudiar con él y ya en la malla curricular de las materias que se abordan, aparece el sonido, aparece el ruido. Junto con eso también hemos tenido oportunidad de hacer charlas a chicos de muy temprana edad, de jardines, de tres a cuatro años, y nos hemos dado cuenta que es una línea de acción a fortalecer. Enseñarle a niños de edad preescolar sobre este tema es algo que nos da muchas posibilidades de que, cuando sean grandes, desarrollando su vida personal o profesional, van a tener presente que el ruido es un contaminante que le puede afectar a otro. Así que hemos avanzado, pero necesitamos más líneas de acción para tener un mayor impacto sobre mucha gente que todavía falta y que no se da cuenta de que genera ruido y que es molesto. Es como cuando tú ves a alguien que bota la colilla de cigarro en la calle y no en un basurero, o es como alguien que bota un papel. Está ese grado de inconsciencia en ese grupo, que debe ser mejor educado.
¿Y en el ámbito personal existe esa conciencia?
Desde lo personal, la verdad que en un entorno de amigos que les gusta la música es difícil controlarse en ciertos momentos, para qué vamos a decir otra cosa, jajaja. Pero siempre está eso presente…, o sea, está el grupo que genera ruido, pero hay otro grupo que se encarga de controlar el ruido. Entonces ahí hay una discusión entre la libertad y la responsabilidad, pero no genera mayor problema.
-Participaste en la elaboración de políticas públicas para la regulación del ruido ambiental. Cuéntame sobre el trabajo que vienen realizando.
Mi primera tarea fue dar respuesta a las consultas ciudadanas, que es una forma de aprender y más o menos tener un diagnóstico de qué es lo que está afectando a las personas. La revisión de proyectos que ingresan al Sistema de Evaluación Ambiental también fue una tarea de la cual me comencé a hacer cargo. En esos momentos estaba en desarrollo, y esto continúa, la línea de generación de información a través de mapas de ruido. También tuve la oportunidad de hacerme cargo de los proyectos que se estaban ejecutando en ese momento. Posteriormente me hice cargo de algunas regulaciones, particularmente hay una norma de emisión de ruido para buses de locomoción colectiva. Eso, los primeros tres, cuatro años. Todas estas tareas son de largo aliento, de más de un año. Elaborar una normativa idealmente son dos años, pero en promedio, hasta en cuatro años puedes lograr una normativa que se publique.
-Entiendo que la sección específica de Ruido se genera hace poco. ¿Cómo llegaste a ser el jefe?
Cuando llegué, no existía una sección de ruido. Existía un departamento de planes y normas dentro de una división que se llama Calidad Ambiental. En el año 2017, la autoridad de ese momento toma la decisión de reconocer y darle un espacio en el organigrama, en la administración del contaminante ruido, dentro del Ministerio de Medio Ambiente, y en ese año se crea un departamento, que no solamente ve el tema de ruido, sino que también ve el tema de Contaminación Lumínica y Olores Molestos. Para nosotros fue algo muy importante poder estar presentes en el organigrama, ser reconocidos. Hicimos gestión bajo esa forma administrativa, hasta que hace un par de años se crea la sección Ruido en conjunto con la sección Olores. Y hoy día somos una sección que lidero yo y que tiene dos personas más, ingenieros acústicos muy destacados, con un montón de trabajo día a día, pero con muchas ganas de poder avanzar.
La estrategia que se levantó desde el ministerio, explica Lobos, data del 2010 y se sostiene en cinco líneas de acción: fortalecer las regulaciones, es decir, “generar nuevas normas” y revisar periódicamente las normas ya existentes “para hacerlas más eficientes”; generar información a través de la Red de monitoreo continuo de niveles de ruido y la Elaboración de mapas de ruido; difusión y capacitación, porque “aún falta crear mucha conciencia” tanto en el grueso de la población como en las autoridades; coordinación sectorial, esto es, la colaboración con otras carteras, y, finalmente, fortalecimiento institucional, mediante la creación de un departamento y, luego, de una sección.
La Red de monitoreo continuo de niveles de ruido, en especial, funciona como un ingrediente clave, porque proporciona “un dato empírico, en terreno” que “puede ser de incluso segundo a segundo” y que “permite ver la evolución de los niveles de ruido”. Actualmente consta de veinte estaciones —doce en Santiago, dos en Valparaíso, dos en Viña del Mar y cuatro en el Gran Concepción— que se pueden mirar en el sitio web del ministerio y que prometen datos actualizados cada quince minutos o cada una hora, “depende de lo que uno quiera ver”.
-¿Y ha habido alguna evolución en términos de alcanzar los niveles de ruido óptimos recomendados?
Depende del lugar donde estemos midiendo. Por ejemplo, en los datos que nos arroja la estación que está frente a la autopista central, esos niveles se mantienen constantes y muy altos. Por ejemplo, 75 decibeles en el día, 72 decibeles en la noche. Eso es producto de la infraestructura de transporte de gran magnitud y la gran cantidad de flujo vehicular que circula. Ahí, algunas políticas, como la electromovilidad, no se notan mucho porque también hay mucho vehículo pesado, como camiones que circulan a alta velocidad en la noche, lo que hace que los niveles se eleven. Pero en lugares como la estación que está en la Alameda, en las dependencias del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, hemos podido constatar que los niveles de ruido han disminuido. En esa estación estamos midiendo desde el 2018, entonces podemos comparar prepandemia con pandemia, pospandemia, y la verdad que los niveles que hay hoy son menores a los que había en el 2018, 2019, en torno a dos decibeles.
-¿Cómo se puede controlar el ruido que genera la locomoción colectiva o, por ejemplo, motocicletas y autos con escapes libres?
Tenemos dos normas de emisión. Una para buses y locomoción colectiva, que es una norma del 2002, que también tiene sus años y actualmente estamos revisando. Regula el ruido que generan este tipo de fuentes y tiene dos instancias de control en general: una que se hace al modelo del bus antes de ingresar al parque vehicular y una revisión periódica a los buses en operación. Se realiza en las plantas de revisión técnica. Estamos revisando esta norma y el objetivo es que tenga una mejor implementación. Ha funcionado muy bien para el ingreso, pero hay muchas oportunidades de mejora, sobre todo en el control que se hace en plantas de revisión técnica. Otra norma de emisión que existe, que está vigente, es para vehículos livianos, medianos y motocicletas. Hay que dejar muy claro que esta norma es de entrada solamente, certifica el ruido que generan los nuevos modelos de este tipo de vehículos que va a ingresar al país. El próximo año empieza su revisión. Todas las normas por reglamento deben revisarse cada cinco años y es la oportunidad de ir mejorando su diseño.