¿Tienen los pensamientos su propio sonido? En cierto modo, sí, explica Constanza Michelson. La psicoanalista y escritora -que hace unos meses publicó “Nostalgia del desastre”, su libro más reciente- advierte que el ruido interno no sólo viene de la rumiación, el constante repaso mental de los problemas, sino que también hay pistas, sonidos, que nos ayudan a encontrar nuestro lugar. O nuestra salida.
Para la humanidad, apunta, el oído ha sido el sentido del miedo. “All menos eso se dice, porque ell ruido es algo previo al pensamiento, desde el punto de vista de la evolución de la especie pero también desde el punto de vista del desarrollo psicológico de un ser humano. Es decir, antes que el ser humano estableciera categorías para ordenar el mundo y para entenderlo, era caos.
– Se dice que los niños tienen una capacidad perceptiva mayor porque empiezan a percibir antes del lenguaje, que cuando se introduce el lenguaje el mundo se empieza a limitar. ¿Pasa lo mismo con el sonido?
Se dice que hay sonidos que no entran en un tipo de lenguaje. O sea, hay lenguas que acotan ciertos sonidos a su repertorio gramático o vocal, que es distinto en distintos idiomas. Entonces, en la infancia se tienen más sonidos que los que luego vas a utilizar en tu lengua.
– O sea dejamos de escuchar lo que no podemos nombrar
Exactamente, dejamos de escuchar lo que no podemos nombrar.
– ¿Qué tan presentes están los sonidos en las memorias que nos determinan en nuestra identidad?
De manera literal hay sonidos que a veces se recuerdan y que evocan cosas, así como los olores o ciertas imágenes. Pero te diría que hay otra forma de sonido quizás, que es el ruido mental. Ruidos que quedan, restos de ruido que van quedando en las biografías que a veces ni siquiera pertenecen a la propia generación. Todo eso que va quedando inconcluso, frases a medio decir, insinuaciones, cosas que escuchaste que el abuelo dijo y que no comprendiste, a veces eso se va transformando también en restos de ruido que van quedando y a veces uno repite esas cosas sin saber que está repitiendo. O sea, el ruido continúa, tiene efectos.
– El llanto es muy ruidoso. ¿Qué significación le otorgas a eso dentro de nuestro repertorio desde el nacimiento?
Cuando nace un ser humano, sin ningún tipo de defensa contra un mundo donde de pronto hay luces, ruido, voces, hay lo que se llama un shock y lo que le pasa a una guagua recién nacida es que llora y/o se duerme. Esto es lo que de alguna manera también uno podría decir que nos pasa de adultos. A veces estar dormido para evitar el shock le llamamos depresión. Lo mismo el exceso de llanto como un mecanismo de defensa, al menos provocar uno mismo el ruido.
Walter Benjamin, un filósofo de principios del siglo 20, escribía sobre lo que empezaba a pasarles a las personas en las ciudades que se habían vuelto industriales. Él decía que el calor, el polvo, el ruido, eso ya ha dejado de estar presente solamente en la fábrica y en las escenas bélicas, sino que empieza a transformarse en un modo de vida en la ciudad. Ese exceso de estímulo empieza a estar también presente incluso en las relaciones interpersonales, el describía un nuevo paisaje social. ¿Y qué provoca eso en las personas? Un estado de shock.
– Dicen que estar en una cámara anecoica te puede volver loco, que no estamos preparados para ese nivel de silencio. ¿Qué podemos deducir de eso?
Las cámaras anecoicas están hechas para que uno no escuche nada, pero igual se escucha algo, ¿qué es lo que se escucha? Lo que pasa dentro del cuerpo. En ese sentido es enloquecedor, es decir, si no hay estímulo afuera empezamos a escuchar el ruido interno, escuchamos lo que no se tiene que escuchar, pero como ruido, no como pensamiento. Entonces pareciera ser que no hay silencio, nunca hay silencio. Sí está todo tapado afuera, empezamos a escuchar que no todo el ruido viene del vecino, que es una manera metafórica de decir “no todo es culpa del otro”. El ruido también es interno y hay que escucharlo, hay que transformarlo en algo, en pregunta.
– Hay gente que huye del silencio, pone la televisión o la radio para que algo esté sonando, y hay otras personas que disfrutan del silencio y trata de maximizar ese momento. ¿Se puede deducir algo de las personas según eso?
Creo que hay momentos en la vida donde necesitamos silencio y buscamos escaparnos del ruido y lograr estados más contemplativos, cuando queremos pensar, cuando necesitamos dejar de estar interferidos por los llamados exteriores. Y hay otros momentos donde necesitamos el ruido, a veces como una compañía que esté ahí. Dicen que no se nace con la capacidad de estar a solas, es una capacidad que se hace en la vida y es un trabajo de artesano. No es para nada obvio el poder estar tranquilos a solas. Y, como se dice en mi profesión, cada vez se nos hace más difícil lograr esa capacidad, que es una capacidad psicológica, la capacidad de estar a solas, tranquilos, sin estar demandando a otros, sin estar interferidos o sin estar buscando estímulo.
Ahora, hay un tipo de insomnio, el más común tal vez, que es este insomnio que aunque tengas sueño no te puedes quedar dormido, porque en la noche se sacan las cuentas. Eso tiene que ver con que el ser humano es un animal que está en el lenguaje, y el lenguaje tiene una función interpelante, siempre nos están llamando. Entonces, en la noche, cuando viene el momento de la calma, sacamos las cuentas y a veces eso no nos deja dormir. Y la función de desconectarse a veces lo brinda la tele o un libro, por eso las personas a veces usan eso para quedarse dormidos, es porque, la ficción sobre todo, no nos pide nada. Uno a veces ve tele para descansar, lo mismo con el scroll en el teléfono, no siempre estimula. A veces lo hacemos para salir de nosotros mismos, lo que deja en evidencia que a veces pensar no es pensar, sino que es rumiar y que a veces hay que salir de ahí. Salir de esa interpelación permanente, a no pensar, a entrar en la historia de otros, que mejor.
– ¿Qué constituye para ti, personalmente, el ruido y cómo escapas de él con conciencia?
La respuesta a poder agarrar este ruido tiene que ver con la definición de salud mental que a mí más me gusta, que es la del psicoanalista Jean Allouch. Él dice que la salud mental es pasar a otra cosa y, pasar a otra cosa es dejar el ruido. Esa ruta pasa por implicarnos en lo que nos pasa, es por tener conciencia. Hay una escena que me parece fascinante, la del origen del ser humano. Cuando aparece la prohibición de comer la manzana ni siquiera es necesario que la coman para tener un problema y eso es lo que nos pasa en la vida, porque si yo no quería tener ningún problema hasta que algo aparece y algo nos dice acá tienes que elegir, tienes que tomar una decisión. En el momento en que aparece la primera prohibición nacen varias cosas al mismo tiempo: nace el mal, nace nuestra libertad y nace la conciencia.