Tenía 23 años. Era 18 de mayo de 1980 y en 24 horas comenzaba la primera gira por Estados Unidos de su banda Joy Division. Pero él, Ian Kevin Curtis, decidió ahorcarse en la cocina de su casa en Macclesfield, Inglaterra.
Jamás imaginaría que esta trágica muerte sería una semilla que definió a gran parte de la música que se sigue realizando y sentó las bases del postpunk.
Curtis era un tanto obsesivo. Deborah, su viuda, contó en el libro Touching from a distance (1995) que siempre sus intereses los llevaba al límite. Cuando niño se sintió atraído por el fútbol y formó un equipo, al que llamó Los Espartanos. Y así también pasó con la poesía: escribió la suya propia. Lo mismo con el punk, que lo llevó a unirse a la banda escolar que después sería Joy Divison.
Lleno de fantasmas y tormentos, muchos de sus horrores quedaron plasmados en las letras con harta carga emocional de las canciones de los álbumes de la banda Unknown pleasures (1979) y Closer (1980).
Entre los pasos que se se dan hacia atrás para intentar dar respuesta al por qué de su decisión, están sus problemas matrimoniales, el amorío con la belga Annik Honoré, su reciente diagnosticada epilepsia y el haber sido padre hace poco.
La noche anterior a suicidarse con la cuerda donde su Deborah tendía la ropa, Ian había ido pedirle que no lo dejara. Ella ya había iniciado los trámites para el divorcio. La discusión terminó con ella y su hija de un año yéndose donde sus padres, y con Ian hundido en una depresión.
Según el testimonio de Deborah, en sus últimas horas el músico vio la película “Strozek” de Werner Herzog y escuchó en loop “The idiot” de Iggy Pop. Además vio fotos del matrimonio y de su hija Nathalie. Antes, había intentado quitarse la vida en dos oportunidades.
Deborah relata la mañana de ese 18 de mayo de 1980. Era domingo, preparó a Nathalie para irse a su casa. “Las cortinas estaban corridas, pero se podía ver la bombilla encendida a través de la tela”, recuerda de acuerdo a lo que describe Icon. Dejó a la niña en el auto y entró sola a la casa.
“Había un sobre sobre el mantel del comedor”, evoca. “Me dio un vuelco el corazón al pensar que había dejado una nota para mí. Me acerqué a cogerlo cuando por el rabillo del ojo lo vi. Estaba de rodillas en la cocina (…). Su cabeza estaba ladeada, las manos apoyadas sobre la lavadora. Le miré; estaba quieto. Entonces, la cuerda; no había visto la cuerda. La cuerda de tender estaba alrededor de su cuello”.
A 40 años de su suicidio su legado ha sido más largo que su carrera. Joy Division se reconvirtió en New Order. Ian Curtis ha inspirado bandas, documentales, películas y libros.