La voz de Frank Sinatra es uno de los artefactos culturales más preciados del siglo XX.
El cantante de New Jersey puso su firma en buena parte de la música popular y cruzó épocas, gobiernos, estados de ánimo y momentos claves en la vida del mundo occidental.
Sinatra no sólo es el descendiente italiano de ojos azules que pasó de la big band de Tommy Dorsey al estrellato mundial. También fue un actor en la época dorada de Hollywood (ganador de un premio Oscar), frecuentó la Casa Blanca desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt, fue amigo de la mafia y brilló por su activismo por los derechos civiles en los años sesenta.
Fueron 82 años, 4 mujeres, innumerables amantes. Un centenar de discos, más de mil canciones, 58 películas, 2 Oscar, 10 Grammys, una fama de borracho y cocainómano encantador a toda prueba y un apodo insuperable: La Voz.
Tenía 15 años cuando decidió definitivamente dedicar su vida a convertirse en el nuevo Bing Crosby. Había una noche a la semana en el Rustic Cabin, en que Frank pasaba de mesero a artista invitado. Una vez coincidió con el trompetista Harry James, y quedó tan impactado que de inmediato lo invitó a sumarse a su banda.
“Calienta orejas” le decían, pero ya a principios de los 40, los entendidos hablaban de la Voz. Lo querían en las radios, lo querían en los sellos y lo querían en las salas de cine.
Eran famosas las fiestas y orgías acompañadas de mucho whiskey, drogas, prostitutas, apuestas y las amistades con la mafia.
Se casó en 1939 y, a pesar de que la llamó sweet heart toda su vida, sus viajes facilitaron que la engañara. Uno de sus amoríos más conmovedores fue el que tuvo con la siempre rubia Marilyn Monroe.
El 14 de mayo de 1998, un ataque al corazón tumbó a Frank Sinatra. Aunque Sinatra siempre aseguró que él no vendía una voz, vendía un estilo.