Un accidentado comienzo tuvo la grabación del primer disco de R.E.M. Tras editar su primer single “Radio free Europe” y EP Chronic Town, fueron contactados por el sello IRS, con quienes finalmente firmaron para editar la pieza de cinco canciones.
Ambos trabajos fueron producidos por Mitch Easter, sin embargo, las sesiones para el primer álbum tuvieron en la mesa de sonido a Stephen Hague, productor conocido por sus complejas técnicas de grabación, por no mencionar su obsesión por algunos detalles.
La relación no fluyó. Los resultados no acomodaron a la banda y Hague se perdió en la búsqueda de los arreglos perfectos mientras la banda solo quería tocar la música que habían estado guardando por un tiempo. Finalmente solicitaron al sello grabar con su anterior productor, probaron y el resultado gustó a todos.
La primera ola de la “música alternativa” estaba en proceso. Con referentes más cercanos al punk, R.E.M. logró de alguna manera poner aguas más calmas y melódicas para un rock de guitarras rítmicas, líneas de bajo potentes y un protagonismo solapado a cargo de Micheal Stipe, quien integró la oscuridad musical propia de la época a través de letras misteriosas que se filtraban a la perfección entre los arreglos musicales.
Aunque el álbum no se vendió como se esperaba, llegando a los 500 mil copias recién a principios de los 90s, la crítica fue inequívoca al remarcar la calidad musical y lírica del debut de la banda de Atenas, Georgia.
Un gran inicio para una carrera que se extendió por poco más de 30 años y cuyas canciones permanecen vigentes y reconocibles, a prueba del paso del tiempo.