Después de Roberto Matta, Claudio Bravo fue el pintor más internacional que ha tenido Chile y, sin duda, el más importante de las últimas décadas. A ocho años de su muerte, ocurrida el 4 de junio de 2011 cuando tenía 74 años, sus obras han elevado su valor a cifras impresionantes, llegando a ser comprado mayoritariamente por “príncipes y mandatarios”, según publicaba la revista Sábado en 2017.
Creador polémico, artista discutido y con una extraordinaria presencia, se definió a sí mismo como “un hombre talentoso, a quien el cielo le concedió un don que nadie más posee”. Vendió su cuadro “White Package” en 2004 por más de un millón de dólares. Y su obra ha estado en los museos más importantes del mundo, entre ellos el Museo del Prado, el Museo de Arte de Ponce de Puerto Rico, el Museo Metropolitano de Arte, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Rufino Tamayo de la Ciudad de México, o el Museo Ludwig, de Colonia, en Alemania, entre otros.
Era también, entre otras cosas, un entusiasta diseñador de casas. “Me hago casas ideales, me sueño casas y las hago”, confesó al diario Milenio de México el pintor nacido en 1936 en Valparaíso y establecido en Marruecos desde 1972, donde pasó los últimos años de su vida rodeado de personalidades como Farah Diba y Jacques Chirac. Incluso estrellas como el exbeatle Paul McCartney llegaron hasta su mansión en las montañas marroquíes para comer junto a él.
“Todos quieren ver mis casas. A la de Taroudant han venido, sólo en el último año, Giscard D’Estaing y su mujer, Chirac y su mujer, el ministro de Cultura francés Renaud Donnedieu de Vabres. Farah Diba, con la que somos muy amigos, llega toda de blanco y ¡vieras cómo se va, toda embarrada con las patas de mis perros! El otro día recibí a Paul McCartney”, contaba Bravo en 2008 a la revista VD.